lunes, 7 de octubre de 2013

"La más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros".

La fiesta de la Santísima Virgen del Rosario fue instituida por el Papa San Pío V para conmemorar la gran victoria cristiana sobre los mahometanos en la Batalla de Lepanto. La Monarquía española y su aliada Génova, junto con Venecia, la Orden de Malta y los Estados Pontificios, barrieron de la mar a la enorme flota turca... y a sus aliados berberiscos. Mandaba la flota católica Don Juan de Austria, en nombre de su hermanastro el santo Rey Don Felipe II.
 
Mientras la batalla transcurría, en Roma el Papa Pío V recitaba el Rosario en su capilla. En eso, el Papa salió de su capilla y, por aparente inspiración, anunció a todos los presentes y con gran calma que la Santísima Virgen le había concedido la victoria a los cristianos. Semanas mas tarde llegó el finalmente el mensaje de la victoria de parte de Don Juan de Austria, quién, desde un principio, atribuyó el triunfo de cristiano a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario. Agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y agregó a las Letanía de la Santísima Virgen el título de "Auxilio de los Cristianos". Más adelante, el Papa Gregorio III cambió el nombre de la fiesta a la de Nuestra Señora del Rosario.
La fiesta no sólo conmemora, sino que agradece a la Santísima Virgen su mediación e intervención. Toda la Cristiandad, encabezada por el Sumo Pontífice, rezaba el Santo Rosario durante la batalla.
 

 Ilustración: Batalla de Lepanto, por El Veronés (1528-1588).

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