miércoles, 28 de enero de 2009

La Gran Esperanza...la voz de la falange


Hace ya la friolera de 26 años que nuestro queridísimo Rafael García Serrano, escritor falangista de los que falleció con sus botas y su camisa puesta, consiguió el premio Espejo de España con el libro La gran esperanza. El premio está instituido por la editorial Planeta para biografías, ensayos o memorias y constituyó su novena entrega.

La gran esperanza recogía los recuerdos de Rafael García Serrano durante los años de la preguerra civil en Madrid. Narra los ambientes universitarios y la vida de los grupos falangistas de aquellos momentos. García Serrano aseguró estar muy sorprendido de recibir el premio "por la denuncia y conjura del silencio sufrida. Hay una enorme muralla de silencio frente a los escritores nacionales", dijo entonces.

García Serrano, cuya imagen fiel permanece incólume en nuestro pensamiento y en nuestro corazón, que ocupa su lucero desde hace ya 21 años, fue un ejemplo vivo de falangismo, de lealtad y de compromiso político y patriótico.

Recuerdo el primero de sus libros que cayó en mis manos: "Eugenio o proclamación de la primavera". En una edición especial de bolsillo, sí, "para el bolsillo de la camisa azul". Así decía la portada del pequeño librito. Tan pequeño en extensión como grandes eran los valores que proponía y exponía y, de hecho, los cimientos morales, ideológicos y de conducta que removió en muchos de nosotros.

Rafael demostró con su entusiasmo inagotable que hubo una generación de falangistas que soñaron una vez con una gran esperanza. Los mismos que, probablemente, se quedaron con la frustración permanente de nuestra revolución pendiente.

Ahora nos toca a nosotros, los falangistas de hoy. Hemos de afanarnos en construir las estructuras que hagan posible la realización de nuestra revolución. Hemos de implicarnos en transmitir al mundo, y sobre todo a los españoles, que aún podemos ser -a falta de consumación- la gran esperanza. Hemos, primero de todo, de recuperar nosotros mismos la ilusión y la FE firme en todo aquéllo que defendemos. Y para esto, HEMOS DE RECONSTRUIR UN ÚNICO Y FIRME MOVIMIENTO NACIONAL SINDICALISTA.

Mientras los demás se bajan del barco cuando hace aguas, mientras los demás acuñan nuevos términos "acordes con los tiempos", nosotros solo hemos de ser consecuentes. El movimiento...se demuestra andando.

Pronto, muy pronto, "la gran esperanza" se hará de nuevo realidad. El que tenga oídos, que oiga.


Publicado por Ricardo Sáenz de Ynestrillas





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domingo, 25 de enero de 2009

Terroristas y fascismo


Se puede ser terrorista de muchas maneras. Los terroristas no van siempre con una pistola en la mano, ni con una bomba lapa. La cultura dominante, que es el buenismo idiota y el analfabetismo por vocación, permite la proliferación de un tipo de terrorismo "light", menos escandaloslo que el otro, pero igual de peligroso. Porque en el fondo, y más allá de las formas, el terrorista lo es porque está convencido de que la violencia es una forma legítima de expresión política; y también está convencido de que la vida humana no vale nada o casi nada.


Ayer, un grupo de sujetos identificados con el separatismo catalán participaron en un homenaje al terrorista de Terra Lliure Martín Marco, que murió en 1979 en un enfrentamiento con la policía cuando iba armado. Como en España se ha perdido la conciencia de lo que es moralmente aceptable y de lo que no, como ya no hay norma ni regla básica que no haya caído víctima del asfixiante relativismo que ha promovido la izquierda y engordado la derecha, cualquier pistolero de vía estrecha es elevado casi a la consideración de "mártir", y quien no participe de su homenaje es automáticamente calificado como "un fascista".


Esta palabra precisamente, "fascista", fue utilizada en varias ocasiones durante el acto de las juventudes separatistas, como si estuviéramos ahora en los años ´30. ¿De qué fascismo habla esta gente?, ¿pero puede haber mayor fascismo que intentar imponer a los demás las ideas propias con la única razón que da tener un arma en la mano?, ¿pero cabe mayor hipocresía que acusar al mundo de "fascista" cuando uno se dedica a homenajear a un individuo que se pasó media vida pegando tiros a personas inocentes para intentar imponer una dictadura proletaria en una "Cataluña libre" que sólo existía en su imaginación?


Pues esto es España hoy. Se reúnen cincuenta individuos con toda tranquilidad para hacer apología del terrorismo separatista catalán, y no sólo no acude ningún agente del orden a ponerlos a buen recaudo, sino que además las personas de bien hemos de aguantar que esta gentuza nos insulte y acuse de crímenes que sólo ellos pueden perpetrar, por su singular condición humana. Y a las víctimas y heridos por Terra Lliure que hay en Cataluña, que les vayan dando, porque si les han atacado sería seguramente por su condición de fascistas. O aún peor.


No es momento de esconderse. Los catalanes de bien, los que saben y sienten que esa región no ha sido nunca ni puede ser jamás otra cosa que una parte importantísima de España, no pueden permanecer en silencio ante este tipo de atrocidades. Nada de cobardía ni de mezquindad. Esta clase de elementos tienen que ser señalados y perseguidos, detenidos y metidos en la cárcel que es el único sitio en el que puede estar; las personas con las personas, y los terroristas con los terroristas. Ya que el Gobierno calla de forma miserable, no cayemos también los ciudadanos.


viernes, 23 de enero de 2009

REPRESALIADOS


Doce del medio día del 26 de Julio de 1.936. Cae un sol de justicia en un pueblecito de Extremadura lindando con Andalucía. A la plaza llega un coche del que se bajan varios milicianos del Frente Popular. Les esperan otros dos vecinos del pueblo. Dos hermanos llamados "los taberneros", por regentar una de las tabernas mas conocidas.
Tras un breve conciliábulo en voz baja, se dirigen a la Iglesia y a los pocos minutos sacan a empellones al cura. Lo meten en el coche y hacen la siguiente parada en una de las casas del final de pueblo. Sacan a otro hombre, el dueño de unas viñas en las que trabajan también varios vecinos. Es conocido por ser un hombre de costumbres religiosas y haber votado a las derechas. De nada sirven los gritos desgarradores de su mujer y sus hijos pequeños implorando que no se lo lleven.
Atados por los pies con una cuerda, que enganchan al guardabarros trasero del coche, los arrastran por las calles del pueblo. Ya destrozados, pero vivos, al final les prenden con gasolina y dejan sobre sus restos calcinados un letrero: ¡Por fascistas!
Meses mas tarde, entran en el pueblo las tropas nacionales. Al poco de llegar, familiares y vecinos, denuncian los hechos y tras detener en un sótano donde se habían escondido, a los dos hermanos autores del asesinato, se celebra un juicio sumarísimo y son fusilados a las afueras del pueblo.
Han pasado setenta y dos años. Han pasado otros curas por la Iglesia. Las familias han rehecho su vida. Las viudas, con esfuerzo, han sacado adelante a sus hijos. En un caso trabajando las viñas de sol a sol. En el otro despachando vino en la taberna. Nadie les ha regalado nada. Ni a la una ni a las otras. La única diferencia, es que en una lápida de mármol al costado de la Iglesia, aparece el nombre del cura y el del asesinado. Muertos por Dios y por España. Mención honorífica, pero que no daba para acallar tanta boca pequeña.
El pueblo ha crecido. Las familias no se saludan cuando se cruzan. Los hijos y los nietos, conocen aquel horror, aquella tragedia de la que fueron protagonistas sus padres o abuelos, de oídas, posiblemente suavizada y en cualquier caso difuminada por los años. Tal vez incluso haya habido un acto de perdón. Y todo aquello, es en todo caso, motivo de comentario de vez en cuando y en voz baja, entre los viejos del pueblo.
Y de pronto, cuando el tiempo iba mitigando las aristas mas duras del recuerdo, una conversación con una de las nietas de los "taberneros", corre de boca en boca por el pueblo, reabre las viejas heridas difíciles de cicatrizar, y causan el natural estupor indignación.
- ¿Donde vas tan contenta?
- Voy a preparar y presentar los papeles, porque nos van a dar trescientos cincuenta mil euros, por cada uno de mis abuelos.
-¡Pero eso es una fortuna!, ¿Y por qué?
- Pues porque resulta que dice el Gobierno, que mi padre y mi tío, fueron unos represaliados por el franquismo. Que murieron fusilados por defender la libertad y la democracia en España .

miércoles, 21 de enero de 2009

¿Que es España?


«Dios mío ¿qué es España? En la anchura del Orbe, en medio de la razas innumerables, perdida en el ayer ilimitado y el mañana sin fin, bajo la frialdad inmensa y cósmica del parpadeo astral, ¿qué es esta España, este promontorio espiritual de Europa, esta como proa del alma Continental?».¿Donde esta decidme - una palabra clara, una sola palabra radiante que puede satisfacer a un corazon honrado y a una mente delicada, una palabra que alumbre el destino de España?«¡Desdichada la raza que no hace un alto en la encrucijada antes de proseguir su ruta, que no se hace un problema de su propia intimidad; que no siente la heroica necesidad de justificar su destino, de volcar claridades sobre su misión en la Historia!»


Ortega y Gasset

jueves, 15 de enero de 2009

¿DIOS EXISTE O NO EXISTE?


En su discurso en el Teatro de la Comedia el 29 de octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera aludió con fina ironía a cómo el Estado liberal, al no reconocer ninguna verdad extrínseca que le sirva de fundamento, se cree con derecho a decidir por la pura fuerza numérica de los votos hasta la existencia de Dios:


«Y como esa voluntad colectiva, esa voluntad soberana, sólo se expresa por medio del sufragio –conjetura de los más que triunfa sobre la de los menos en la adivinación de la voluntad superior–, venía a resultar que el sufragio, esa farsa de las papeletas entradas en una urna de cristal, tenía la virtud de decirnos en cada instante si Dios existía o no existía, si la verdad era la verdad o no era la verdad, si la Patria debía permanecer o si era mejor que, en un momento, se suicidase».


Una idea similar repetiría poco después en Valladolid:


«Pero llega un momento en que se les dice a los hombres que ni la mentira ni la verdad son categorías absolutas, que todo puede discutirse, que todo puede resolverse por los votos, y entonces se puede decidir a votos si la Patria debe seguir unida o debe suicidarse, y hasta si existe o no existe Dios. Los hombres se dividen en bandos, hacen propaganda, se insultan, se agitan y, al fin, un domingo colocan una caja de cristal sobre una mesa y empiezan a echar pedacitos de papel en los cuales se dice si Dios existe o no existe y si la Patria se debe o no se debe suicidar» (4-marzo-1934).


La cosa estaba en el ambiente por aquellos años; el Ateneo de Madrid puso a votación entre sus miembros la cuestión acerca de la existencia de Dios y el resultado fue favorable a la respuesta positiva ¡por un voto a favor! No creo que nadie decidiera cambiar sus creencias después del veredicto pero el simple hecho de atreverse a formular la pregunta es revelador de la frivolidad de la posición previa.


Aristóteles y Santo Tomás expusieron diversas pruebas racionales de la existencia de Dios, los parlamentos decimonónicos y los ateneos liberaloides debatieron acerca de su existencia, en la España de ZP hemos decidido trasladar la cuestión a los letreros de los autobuses. Triste expresión de la situación en que nos encontramos y de nuestra aparentemente irreversible decadencia intelectual. Hace unos días la Unió d’Ateus i Lliurepensadors ha sufragado un rótulo blasfemo en los medios de transporte de Barcelona. Al tiempo que avezados representantes del pensamiento católico se apresuraban a afirmar que están en su derecho a hacerlo aunque yo no lo comparta porque la libertad de conciencia y de expresión valen más que la verdad, representantes de las comunidades evangélicas han tratado de hacer frente a la campaña en su mismo terreno: la frase «Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo» podrá leerse por las calles de Madrid.


Pero decir que Dios existe es muy poco. Y disfrutar de la vida es un mensaje, cuanto menos, ambiguo. Dios existe y se ha revelado en plenitud en Jesucristo. Por eso, aceptar esa revelación que nos llega en la Iglesia por Él fundada y dejar que configure toda nuestra existencia individual y social es más importante para cada uno de nosotros que reconocer su existencia. «¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. Los demonios también creen, y sin embargo, tiemblan. ¿Quieres convencerte, hombre insensato, de que la fe sin obras es estéril?» (St 2, 19-20). Porque nos jugamos la salvación, y lo que salva no es una creencia religiosa más o menos difusa. La religión puede utilizarse en instrumento de opresión como lo era entre los pueblos pre-colombinos o ser instrumento de salvación eterna y de progreso material como ocurrió cuando se les predicó a esos mismos pueblos la Verdad del Evangelio. Pero hoy, en América y en España, las sectas de fondo pretendidamente cristiano pescan en el río revuelto de la falta de pulso del catolicismo oficial y de la apostasía práctica en que vivimos.
Enhorabuena a los Evangélicos por su campaña pero no olvidemos que son más cosas las que nos separan de ellos que las que hipotéticamente tenemos en común. Eso sí, en coherencia parece que nos ganan.


lunes, 12 de enero de 2009

Cambio de año o de mal a peor


¿ Qué es el cambio de año sino un fiestón artificioso y evasivo de lo que nos oprime y angustia? Cae una hoja del calendario con el número 31 y la sustituye otra con el 1. Y sobre campanadas, uvas, espumosos fuegos artificiales y petardos se monta un ritual carnavalesco con la consabida y huera monserga del ¡Feliz año nuevo!. Pero una vez pasado el jolgorio nos damos de bruces con la realidad. Descubrimos, como si saliéramos de una borrachera, que se impone la inercia implacable del acontecer. Que hemos vivido enfebrecidos un fugaz y ficticio paréntesis. Una verdad inexorable ante la que nos situaban las apuntaciones de Antonio Castro Villacañas la pasada semana.

Personas y pueblos somos víctimas de nuestros propios yerros. Unas veces por activa y otras por pasiva. Cosechamos lo que sembramos. También dejamos que la cizaña se expanda sin buscar una manera activa para impedirlo. No culpemos a quienes nos engañan. Son tanto o más culpables quienes se dejan engañar, sea por codicia, servilismo, mansedumbre o estupidez. Es en ese légamo, en esa ciénaga, dónde hacen su agosto personajes como el estafador a gran escala Madoff. O estafadores políticos como Rodríguez. Ni el uno ni el otro habrían prosperado sin el apoyo insensato de los que siempre quieren más o de masas propicias a ser víctimas de cualquier tocomocho.

Nada de ocasional encierra en la actual barbechera la importancia informativa que se dio a la muerte del papagayo Alex, al que se atribuía el gran mérito de utilizar pequeñas y correctas frases acordes con unas u otras incitaciones. Alex era un papagayo de color gris procedente del Golfo de Guinea. En “Arriba” nos acompañó durante años un papagayo igual que Alex. Lo trajo Ismael Herráiz de Guinea Ecuatorial y era tan dicharachero o más que Alex. También, estoy seguro, más procaz y pinturero en sus dichos y en sus imitaciones. Nuestro loro era el eco contumaz de lo que se le enseñaba y escuchaba en aquel alegre, desenvuelto y laborioso mundo con las puertas abiertas a tantos escritores de distinto signo y a otros que no lo eran. Nuestro loro campaba por sus respetos desde talleres al tejado y le divertía engañarnos imitando el timbre del teléfono o el chirriar de la puerta del archivo. Un día se encaramó en la terraza a un unos cables eléctricos, se achicharró y nos quedamos sin eco. Jaime Campmany le dedicó una bellísima necrológica. Pero su recuerdo no trascendió de las páginas de “Arriba” como ahora el internacional de Alex cuyos elogios y presunta inteligencia humanóide casi lo hacen merecedor de un Premio Nobel.

No es ocioso ni inoportuno que traiga a colación la historia de uno y otro papagayos. Vivimos un tiempo en que la humanidad parece haberse convertido en una gran selva de papagayos grises, meros ecos de las torvas y torticeras mentiras de quienes, desde oscuras estancias, les adiestran en la transmisión de mentiras, distorsiones y falacias alienadoras. No me refiero sólo a las masas ovejunas, a sus pastores mediáticos ni a los presuntos intelectuales con vocación de acémilas porteadoras de consignas transgénicas. También a los rabadanes políticos y financieros. Los políticos por carecer de ideas y repetir aquello para lo que les instruyen en las logias o en otros cenáculos sectarios. Y los financieros por no tener otra patria que sus intereses ni otro dios que el dinero, cuyo cielo pagano, desde el que se imparte doctrina, está en Nueva York, bajo el número 666 y frente al templo iluminista de San Juan el Divino.

Desde allí, desde el olimpo del 666 adoctrinan Júpiter Rockefeller y los dioses sectoriales a sus papagayos dispersos por el mundo en una partida hegeliana de la Oca en que a unos toca hacer de izquierda y a otros de derecha para repartirse los cacahuetes del poder e impedir que prospere cualquier asomo de rebelión. Y si los inconformistas emergen a uno otro lado, los anatematizan, los encierran en jaulas extraparlamentarias y se sirven de ellos para reforzar la apariencia democrática de un totalitarismo cada vez más ominoso.

A los españoles nos ha tocado en suerte desde marzo de 2004 un singular papagayo emergido de la sangre y cumplidor hasta el servilismo. Pero con cerebro desregulado y un ansia desmedida de perennidad que le hacen creerse un gran césar progresista cuando, a tenor de los hechos que se derivan de su gestión, puede resultar para España una caricatura almibarada de Calígula. Y hasta de su caballo.

Papagayo doblemente circunflejo, hace el juego capitalista desde una disonante y parapléjica versión del progresismo. Cree a pies juntillas en las reencarnaciones ideológicas y envía a su desnutrida papagaya para que en la India beba leche de las vacas sagradas por si con ella puede apropiarse del espíritu de Ghandi para que, con el de su abuelo, le ayuden a combinar definitivamente el burdo y doble juego a que se ha dado. Pero aquellas vacas están tan esmirriadas como la papagaya y poca leche pueden aportar, además de que esa poca está contaminada. Ghandi soñaba con una India independiente y en paz. Era un pacifista austero y utópico. Logró la independencia. Pero la unidad pronto saltaría en pedazos y su India soñada se ha convertido en trágico avispero en el que andan a la greña tribus, religiones, sectas y sanguinarios terrorismos. Es el sino del pacifismo.

Nuestro papagayo nada tiene de idealista ni de utópico. Es, si acaso, un encantador de serpientes amaestradas, danzarinas y capadas. No ansía la paz por la paz, sino para satisfacer su vanidad si límites y atornillarse en el poder. Algunos le llaman irónicamente el Gran Timonel. Lo será sin duda del desastre nacional.

Nada ha cambiado de un año para otro. Todo va igualmente a peor. Prosigue el amancebamiento entre PSE y la tapadera batasuna del terrorismo, con Rodríguez de sonriente mamporrero. Los separatismos, en especial el catalán, impone su ley de siempre queremos más que nadie. El Estado sufre anorexia terminal. El gobierno no ceja en su empeño de sovietizar totalmente la Justicia, hasta convertirla en una gran jaula de papagayos. La Constitución ya no sirve ni de adorno. Nos hemos convert ido en despreciado arrabal de Europa. Somos los payasos del circo internacional. El paro se desboca. La economía productiva es una ruina. El déficit público es espeluznante y result tan problemático y oneroso colocar nuestra deuda como en tiempos de Fernando VII. El sistema educativo se ha convertido en una colosal fábrica de incompetentes. A productividad está por los suelos. Somos campeones en absentismo. Nuestro alardeados “campeones nacionales” de la energía están ya bajo bandera extranjera mediante sucias operaciones que enriquecen a los amigos de Rodríguez. El actual gobierno parece empecinado en emular y superar la corrupción de los tiempos de Felipe González. El índice de criminalidad y la inseguridad pública se desbocan. El pretencioso Estado de las Autonomías está recomido por la gangrena. Tenemos una ministro de Defensa a la que, por catalanista, le revienta decir ¡Viva España. A las Fuerzas Armadas se les recorta el presupuesto y se envían unidades a teatros de guerra sin armamento adecuado y con la orden de comportarse como hermanitas de la caridad, incluso cuando son atacadas. Que para eso están al servicio de la Secretaría General de la ONU-NOM y no de España.

Pero Rodríguez, feliz en el papel de Alicio, no pierde la sonrisa de promiscuo escaparate político y promete futuros paraísos sobre los escombros de la España que desrriba.

¿Y el monarca? Parece encantado con su socio Alicio. Y sea por obligación asumida, por devoción o por conjunción de conveniencias, le hace el eco. Pudimos comprobarlo en el carretero mensaje navideño. Y también en el eufémico discurso de la Pascua Militar, vestida de igualdad de género.

Pese a todo, las masas de papagayos acudirán a las urnas para votar lo que siempre votaron. Mero e invariable masoquismo partidista. Mejor sestear en mierda subvencionada que arriesgar por la libertad y el futuro.


ISMAEL MEDINA


lunes, 5 de enero de 2009

TREINTA Y SEIS AGUAFIESTAS


Lo bonito del putiferio en el que, poco a poco, nos instalamos con toda naturalidad, es que las películas de Berlanga empiezan a ser, comparadas con el paisaje actual, versiones sosas de lo nuestro. Eso está bien, pues con algo hay que disfrutar antes de palmarla. Y los periódicos, y los telediarios, y tender la oreja al runrún de cada día, deparan momentos sublimes de juerga moruna. Dirán algunos que de ciertas cosas no hay que reírse, pues nada tan virtuoso como la indignación ante la injusticia o la estupidez. Pero uno acaba por asumir lo evidente. En España, la justicia, las virtudes y la indignación ajena importan un huevo de pato. Derechas, izquierdas, nacionalistas y demás oportunistas, ciudadanos de infantería incluidos, cada cual va a lo suyo. Impasible mientras no le toque. El héroe nacional no es don Quijote, sino don Tancredo. De manera que, como analgésico, a veces resulta útil atrincherarse en la risa. Reír, según la manera, es también un modo de ciscarse en su puta madre. En la de ellos –rellenen ustedes con nombres la línea de puntos– y en la de los incautos e imbéciles que los engordan.


La última es finísima. Buscando los restos de doce republicanos asesinados en el pueblo turolense de Singra, una asociación para la recuperación de la llamada memoria histórica desenterró hace más de un año, por error, treinta y seis cadáveres de soldados muertos durante la Guerra Civil, en la batalla de Teruel. Examinados los restos por un equipo de arqueólogos y forenses, y tras comprobar que allí nadie había sido fusilado, sino que todos eran hombres –muchos muy jóvenes– muertos en combate, los bienintencionados desenterradores no supieron qué hacer con tanto fiambre fuera de programa. De haber sido los doce republicanos asesinados, la historia habría salido redonda: homenaje a las víctimas, malvados nacionales y demás parafernalia. Incluso con soldados leales a la República, el asunto habría tenido por dónde agarrarse. Pero se daba la incómoda circunstancia de que los muertos, enterrados en fosa común en el mismo campo de batalla, pertenecían tanto al ejército nacional como al republicano. Eran de los dos bandos, mezclados en la barbarie de la guerra y la tragedia de la muerte. Españoles sepultados juntos, como debía y debe ser. Como lección y homenaje, deliberado o casual, de sus enemigos y compañeros. Así que imaginen el papelón. Nuestro gozo en un pozo, colega. Esto no hay quien lo venda al telediario. Treinta y seis aguafiestas jodiendo el invento.


Pero lo más fino es la solución. Tan de aquí, oigan. Tan española. Disimula, Manolo, y silba mirando para otro lado. Unas cajas de cartón, el alijo dentro, y los treinta y seis juegos de huesos depositados en las antiguas escuelas del pueblo. Guarden esto aquí un momento, háganme el favor, que vamos a comprar tabaco. Hasta hoy. Y mientras escribo esta página, los despojos llevan trece meses muertos de risa, metidos en las mismas cajas, sin que nadie se haga responsable. El alcalde de Singra, que es socialista, anda un poquito mosqueado, diciendo que no está bien tener ahí los huesos de cualquier manera; que cualquier día entran unos perros y se ponen ciegos mascando fémures de ex combatientes, y que los de la asociación desenterradora tendrían que hacerse cargo del asunto, comprar féretros y sepultar aquel circo como Dios manda. Y los otros, por su parte, llamándose a andana. Diciendo que, como no son los familiares que buscaban, pues que tampoco hay prisa, buen hombre. Ni se acaba el mundo ni nos corren moros, que decían los clásicos. La asociación es modesta, no está para muchos gastos, y ya se hará cargo cuando buenamente pueda. Si puede.


Y claro. Uno piensa que, por azares de la vida y de la Historia, quien pudo acabar en esa fosa tan alegremente abierta pudo ser mi tío paterno, el sargento republicano de diecinueve años Lorenzo Pérez-Reverte; o el alférez nacional Antonio Mingote Barrachina, que es la bondad en persona, con quien me siento cada jueves en la RAE; o el padre de mi compadre Juan Eslava Galán, que hizo media guerra en un bando y media guerra en otro. Y los imagino a todos ellos, o a otros como ellos, descansando tranquilos y a gusto desde hace setenta años en su fosa común de Singra o de donde sea, bien juntos y revueltos unos con otros, rojos y nacionales, tras haberse batido el cobre con saña cainita y mucho coraje, como Dios manda. Y en eso llega una panda de irresponsables, les pone los huesos al aire y los deja en cajas de cartón, porque en realidad buscaban a otros. Y las quejas, al maestro armero. E imagino sus chirigotas y carcajadas de caja a caja y de hueso a hueso. Fíjate, compañero. Memoria histórica, la llaman. Hay que joderse. ¿Sabrá un burro lo que es un pictolín? Triste y estúpida España, la nuestra. La de entonces y la de ahora. Por esta peña de subnormales no valía la pena matarnos, como nos matamos.


Arturo Pérez-Reverte - 4/01/09 XL SEMANAL

domingo, 4 de enero de 2009

AMAR A LA PATRIA



"Amar la patria


es el amor primero


y es el postrer amor


después de Dios, y si es crucificado


y verdadero


ya son un solo amor,


ya no son dos.





Amar la patria


hasta jugar el cuero


del puro patrio


Bien Común en pos


y afrontar marejada


y majadero


eso se inscribe


al crédito de Dios"








Leonardo Castellani

sábado, 3 de enero de 2009

Un combate perdido


No es preciso recorrer campos de batalla. Hay combates callados, insignificantes en apariencia, que marcan como la más dramática experiencia. El episodio que quiero contarles hoy no está en los libros de Historia. Es humilde. Doméstico. Pero trata de un combate perdido y de la melancolía singular que deja, como rastro, cualquier aventura lúcida. Empieza en el césped de un jardín, cuando el protagonista de esta historia encuentra, junto a su casa, un polluelo de gorrión. Ya tiene plumas pero aún no puede volar. Lo intenta desesperadamente, dando saltos en el suelo. Observándolo, Jesús –lo llamaremos Jesús, por llamarlo de alguna forma– se esfuerza en recordar lo poquísimo que conoce de pájaros: si los padres tienen alguna posibilidad de salvar al polluelo y si éste acabará por remontar el vuelo, de regreso al nido. La Naturaleza es sabia, se dice, pero también cruel. Cualquiera sabe que muchos pajarillos jóvenes y torpes caen de los nidos y mueren.


Un detalle importante: a Jesús lo acompaña su perro. El fiel cánido está allí, mirando al polluelo con las orejas tiesas, la cabeza ladeada y una mirada de intensa curiosidad. Como todos los que tienen perro y saben tenerlo, Jesús no puede permanecer impasible ante la suerte de un animal desvalido. Tampoco puede irse por las buenas, dejando a aquella diminuta criatura saltando desesperada de un lado a otro. No, desde luego, después de haber visto crecer al perro, de leer en su mirada tanta lealtad e inteligencia. No después de haber comprendido, gracias a esos ojos oscuros y esa trufa húmeda, que cada ser vivo ama, sufre y llora a su manera. Así que Jesús busca entre los árboles, mirando hacia arriba por si encuentra el nido y puede subir hasta él con el polluelo. Pronto comprende que no hay nada que hacer. Pero la idea de dejarlo allí, a merced de un gato hambriento, no le gusta. Así que lo coge, al fin, arropándolo en el bolsillo del chaquetón. Y se lo lleva.


En casa, lo mejor que puede, con una caja de cartón y retales de manta vieja, Jesús le hace al polluelo un nido en la terraza que da al jardín. Y al poco rato, de una forma que parece milagrosa, los padres del pajarito revolotean por allí, haciendo viajes para darle de comer. Todo parece resuelto; pero otros pájaros más grandes, negros, siniestros, con intenciones distintas, empiezan también a merodear cerca. No hay más remedio que cubrir el nido con una rejilla protectora, pero eso impide a los padres alimentar al gorrioncito. Jesús sale a la calle, va a una tienda de mascotas, compra una papilla especial para polluelos e intenta alimentarlo por su cuenta; pero el animalillo asustado, temblando, trata de huir y pía para llamar a los suyos, rechazando el alimento. Eso parte el alma.


Jesús, impotente, comprende que de esa manera el polluelo está condenado. Al fin decide buscar en Internet, y para su sorpresa descubre que hay foros específicos con cientos de consejos de personas enfrentadas a situaciones semejantes. Siguiéndolos, Jesús da calor al polluelo entre las manos mientras le administra la papilla gota a gota, con una jeringuilla; hasta que, extenuado por el miedo y la debilidad, el gorrioncito se queda dormido entre los retales de manta. Quizás al día siguiente ya pueda volar. De vez en cuando, tal como ha leído que debe hacer, Jesús se acerca con cautela y silba bajito y suave, para que el animalito se familiarice con él. Hasta que al fin, a la cuarta o quinta vez, éste pía y abre los ojillos, con una mirada que pone un nudo en la garganta. Una mirada que traspasa. Jesús no sabe qué grado de conciencia real puede tener un pajarito diminuto; sin embargo, lo que lee en esa mirada –tristeza, miedo, indefensión– le recuerda a su perro cuando era un cachorrillo, las noches de lloriqueo asustado, buscando el abrazo y el calor del amo. También le trae recuerdos vagos de sí mismo. Del niño que fue alguna vez, en otro tiempo. De las manos que le dieron calor y de las aves negras que siempre rondan cerca, listas para devorar.


Por la mañana, el gorrioncito ha muerto. Jesús contempla el cuerpecillo mientras se pregunta en qué se equivocó, y también para qué diablos sirven tres mil años de supuesta civilización que no lo prepara a uno, de forma adecuada, para una situación sencilla como ésta. Tan común y natural. Para la rutinaria desgracia, agonía y muerte de un humilde polluelo de gorrión, en un mundo donde las reglas implacables de la Naturaleza arrasan ciudades, barren orillas, hunden barcos, derriban aviones, trituran cada día, indiferentes, a miles de seres humanos. Entonces Jesús se pone a llorar sin consuelo, como una criatura. A sus años. Llora por el pajarillo, por el perro, por sí mismo. Por el polluelo de gorrión que alguna vez fue. O que todos fuimos. Por el lugar frío y peligroso donde, tarde o temprano, quedamos desamparados al caer del nido.


ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal

jueves, 1 de enero de 2009

FELIZ AÑO 2009


¡¡¡ FELIZ Y REVOLUCIONARIO AÑO 2009 !!!