jueves, 29 de octubre de 2009

Recordamos una efeméride de la historia de España: 29 de octubre, 76º Aniversario de Falange


José Antonio Primo de Rivera, intelectual vocacional y político por designios del destino, pese a irrumpir en la esfera política para defender como primogénito de bien, la figura de su padre ante la tropa de enanos que le difamaban, sin creer que su trayectoria en este campo se dilataría, se lanzó el 29 de octubre de 1933 a la celebración de un acontecimiento importantísimo en su puesta de largo política: el acto fundacional de Falange Española en el Teatro de la Comedia de Madrid.

En el mismo, intervinieron además de José Antonio, Julio Ruiz de Alda y Alfonso García Valdecasas.

Sin duda, la carrera política de José Antonio al frente de Falange, hubiera constituído un pilar todavía más grande para el nacional-sindicalismo, de no haber sido sesgada su vida por la intolerancia mezquina izquierdista, y la antipatía burguesa derechista.

Nos dejó, en su corta trayectoria política, múltiples directrices a seguir, pero sin duda, incluso a sus detractores les deleitó con una: su excelente uso de la palabra.

Con su verbo, precisamente, queremos recordar este capítulo de la historia de España, rememorando el “Discurso Fundacional de Falange Española”, documento de absoluta validez a día de hoy, en el que a los españoles, ayer como hoy, como a José Antonio, nos duele España:

“El Estado liberal vino a depararnos la esclavitud económica, porque a los obreros, con trágico sarcasmo, se les decía: ‘Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones; ahora bien: como nosotros somos los ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen; vosotros, ciudadanos libres, si no queréis, no estáis obligados a aceptarlas; pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal’. Y así veríais cómo en los países donde se ha llegado a tener Parlamentos más brillantes e instituciones democráticas más finas, no teníais más que separamos unos cientos de metros de los barrios lujosos para encontramos con tugurios infectos donde vivían hacinados los obreros y sus familias, en un límite de decoro casi infrahumano. Y os encontraríais trabajadores de los campos que de sol a sol se doblaban sobre la tierra, abrasadas las costillas, y que ganaban en todo el año, gracias al libre juego de la economía liberal, setenta u ochenta jornales de tres pesetas.

Por eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento (nosotros no recatamos ninguna verdad), el socialismo. Los obreros tuvieron que defenderse contra aquel sistema, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa.

Ahora, que el socialismo, que fue una reacción legítima contra aquella esclavitud liberal, vino a descarriarse, porque dio, primero, en la interpretación materialista de la vida y de la Historia; segundo, en un sentido de represalia; tercero, en una proclamación del dogma de la lucha de clases.

El socialismo, sobre todo el socialismo que construyeron, impasibles en la frialdad de sus gabinetes, los apóstoles socialistas, en quienes creen los pobres obreros, y que ya nos ha descubierto tal como eran Alfonso García Valdecasas; el socialismo así entendido, no ve en la Historia sino un juego de resortes económicos: lo espiritual se suprime; la Religión es un opio del pueblo; la Patria es un mito para explotar a los desgraciados. Todo eso dice el socialismo. No hay más que producción, organización económica. Así es que los obreros tienen que estrujar bien sus almas para que no quede dentro de ellas la menor gota de espiritualidad.

No aspira el socialismo a restablecer una justicia social rota por el mal funcionamiento de los Estados liberales, sino que aspira a la represalia; aspira a llegar en la injusticia a tantos grados más allá cuantos más acá llegaran en la injusticia los sistemas liberales.

Por último, el socialismo proclama el dogma monstruoso de la lucha de clases; proclama el dogma de que las luchas entre las clases son indispensables, y se producen naturalmente en la vida, porque no puede haber nunca nada que las aplaque. Y el socialismo, que vino a ser una crítica justa del liberalismo económico, nos trajo, por otro camino, lo mismo que el liberalismo económico: la disgregación, el odio, la separación, el olvido de todo vínculo de hermandad y de solidaridad entre los hombres.

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miércoles, 28 de octubre de 2009

La milicia no es angélica



Creo que alguien debería explicarle a la ministra de Defensa lo que es un soldado. Me refiero a uno de esos que desfilaron hace un par de semanas con casco y escopeta. Es cierto que la ministra tiene alrededor, en cada foto, un montón de generales y uniformados varios que podrían explicárselo perfectamente. Pero tengo la impresión de que no se expresan bien; tal vez porque a medida que asciendes, te suben el sueldo y te acercas a la jubilación, uno suele volverse menos elocuente. Con lo fácil que sería, por otra parte, abrirle a la titular del ramo el diccionario de la RAE por la palabra soldado, mostrarle que significa persona que sirve en la milicia, llevarla luego a la palabra milicia y hacerle leer algo que no admite equívocos: (Del latín militia. Femenino). 1. Arte de hacer la guerra y de disciplinar a los soldados para ella. 2. Servicio o profesión militar. 3. Tropa o gente de guerra. Es cierto que hay una cuarta acepción: coros de los ángeles, que lleva como ejemplo la milicia angélica. Pero cuidado. Que no se haga ilusiones la ministra. Ahí ya estamos hablando de otra cosa.

Lo que no dice el diccionario, desde luego, es tropa o gente de paz. En sentido recto, soldado remite a lo que debe: un fulano disponible para matar y que lo maten en guerras defensivas u ofensivas. Alguien que por patriotismo, obligación, dinero o lo que estime oportuno, está entrenado para escabechar a sus semejantes; procurando que palmen más fulanos del otro bando que del suyo. El lado turbio del oficio –matarife, a fin de cuentas– se compensa con otros aspectos respetables: disciplina, disposición a soportar penalidades y miserias, y el sacrificio singular de exponerse al dolor, la mutilación y la muerte. Hay gente a la que no le gusta ese paisaje, y desde un punto de vista tan digno como su opuesto defiende la desaparición de soldados y ejércitos, en favor de un mundo ideal –y me temo que imposible– donde la palabra soldado sea un anacronismo. Otros, más realistas, admiten que la existencia de soldados profesionales, que sirven de modo voluntario y aceptan los riesgos del oficio, es necesaria en un mundo imperfecto y violento como el nuestro.

En todo caso, la palabra humanitario nada tiene que ver. Eso no corresponde a los soldados, sino a las organizaciones y oenegés adecuadas. A ellas corresponde poner tiritas, repartir agua embotellada y socorrer a los parias de la tierra. Por el contrario, la misión básica de los soldados –considerando la convención de Ginebra y la conciencia de cada cual– es hacer todo el daño posible al enemigo. Matarlo mucho y bien, inspirarle temor y vencerlo, disuadiéndolo de intentarlo de nuevo. Los soldados no fueron ideados para otra paz que la impuesta por sus bayonetas, ni para inspirar afecto, sino temor. Incluso en una misión de paz se trata de pacificar a hostias, si hace falta. Llegado el caso, lo que se espera de ellos es eficacia letal; de un modo compatible, dentro de lo que cabe en su sangriento oficio, con la decencia y la piedad, cuando se pueda. Que maten más y mejor que nadie, de manera que los intereses de su patria natural o adoptiva, o de la paz ajena que defienden, sean respetados por otros. Eso significa eficacia y ausencia de complejos. Por eso, llegados a tales extremos, las palabras soldado y misión humanitaria pueden ser no sólo incompatibles, sino confusas y hasta mortales.

Es lo que ocurre en España. Incapaces de conciliar de modo inteligente la necesidad de un ejército con la tendencia pacifista de la sociedad occidental actual, nuestros gobernantes –eso incluye al Pesoe como al Pepé– intentan lo imposible: unas fuerzas armadas desarmadas compuestas por soldados humanitarios, cuyo objetivo no es hacer la guerra sino la paz, y a los que se respeta más cuando se dejan matar que cuando matan. Esa imbecilidad se desmorona cuando lo real se presenta en forma de mina, emboscada o combate, y las familias largan en el telediario, con toda razón, que nadie les habló de guerra, y que su chico no fue a que le volaran los huevos, sino a repartir leche condensada. Es entonces cuando la ministra o ministro de guardia en esta charlotada bélico humanitaria del Bombero Torero, atrapados en su propia incongruencia, se adornan con media verónica ahuecando la voz y poniéndose estupendos mientras hablan de la deuda que España tiene con los difuntos y difuntas. Haciendo, además, que éstos queden como pardillos, al negarles incluso la palabra guerra; que, por políticamente incorrecta que sea, es la única que explica una muerte en combate. Cuando en un ejército profesional, voluntario, las familias protestan y se dicen engañadas si sus chicos mueren, alguien no se ha explicado bien. O no tenemos soldados, o los tenemos. Y si los tenemos, es para que palmen sin rechistar cuando les toque. No para que la ministra de Defensa –y sigo sin saber lo que defiende– venga a decirnos, con voz trémula y solemne, que acaban de matar a un cervatillo en el bosque de Bambi.



ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal 25 de Octubre de 2009

sábado, 24 de octubre de 2009

LOS VERDUGOS DE ESPAÑA


Estos que están cambiando la Historia reciente y no tan reciente de España mediante leyes que esconden su profundo odio, rebaba y revancha, son tan verdugos de la Patria como los que perpetraron verdaderas atrocidades en nuestra Nación con el fin de acabar con ella y convertirla en un estado satélite de la URs. Esa es la Verdad y no hay que olvidarla o, por razones espurias, callarla y esconderla.

Han sabido esperar el tiempo suficiente para que desapareciese, por ley de vida, la generación que los venció en toda la línea y con todo Valor y Justicia. Y una vez desaparecida esa gloriosa generación que defendió a España con su sangre generosa, parece ser que los vencidos de entonces son los vencedores de siempre.

Los hijos y nietos de los que supieron dejarlo todo en un momento crucial y defender los Valores Eternos, en la mayoría de los casos, no se encuentran a la altura de las circunstancias. Los que más obligados están, han apostatado de todo: de Dios, de España, de las Lealtad debida a sus mayores… Han preferido mirar para otro lado, no comprometerse, evitarse problemas y, en fin, hacer el juego a los enemigos de España, a cambio de engordar sus bolsillos, de agarrarse a un sillón o de medrar políticamente en la dictadura de los partidos o partitocracia, que sufrimos y padecemos todos los españolitos decentes de a pie.

Hay que decir, muy alto y muy claro, que los enemigos de España fueron, y siguen siendo: la masonería, el separatismo y el marxismo, hoy en día disfrazado de socialdemocracia o de lo que se tercie. Ese tridente es el verdadero enemigo de la Patria. Y la verdadera ultraizquierda hay que buscarla, hoy en día, en el propio gobierno de España, y en muchos gobiernos autonómicos. Y la verdadera ultraderecha hay que buscarla en los separatistas y nacionalistas, que cada día viven mejor a costa del honrado trabajador español y de explotar el aldeanismo y la paletería más cateta y sin horizontes. Y a la masonería la vamos a encontrar en todos los puestos de poder, en los que dirigen la opinión pública y publicada, en los que manejan el dinero y financian todo lo que estamos exponiendo y en los que mueven los hilos desde despachos siniestros y oscuros. Y a ese tridente lo vamos a encontrar incrustado, tristemente en nuestros días, en muchos más lugares de los que nos podamos imaginar.

Pero también la “oposición”, (ejem), hace el juego y, en el fondo, apoya toda la política de los verdugos de España, convirtiéndose así, en un apéndice más de ese nuevo “frente popular” de la política y de la “cultura” que nos gobierna y nos maneja. Nunca ha derogado el “centro-derecha” o el “centro”, como gusta autodenominarse lleno de complejos, ninguna ley que haya establecido el tridente masónico y anti-español. Al revés, ha fortalecido y hecho cumplir a rajatabla estas leyes contra la Historia, contra la vida y contra la Patria. No hace falta poner ningún ejemplo de retirada de monumentos y honores, nombres de calles, leyes contra la vida y contra la verdadera Historia, subvenciones corruptas a amiguetes, a sindicatos sin afiliación o a partidos, apoyo a “historiadores” que falsifican y tergiversan todo lo habido y por haber, prensa “de-derechas-de-toda-la-vida” vendida al sistema… Para qué seguir, se haría muy largo. La cobardía es peor que la vil osadía de los enemigos, porque supone tener a los propios enemigos en casa durmiendo con uno.

No debemos olvidar que los verdugos de España han sido y son los mismos de ahora. Quieren hacerla desaparecer, quieren acabar con su verdadera Historia, con sus héroes, con sus caudillos y sus líderes de todos los tiempos, con su legión de Soldados y de Mártires, con la Tradición y con todo lo que huela a Patriotismo, Verdadera Justicia Social, Unidad, Grandeza, Libertad auténtica y Dignidad de la persona.

Debemos saber que los que justifican u ocultan los genocidios de Paracuellos, Aravaca y demás lugares de España; el tiro en la nuca; los tétricos “paseos”; las horribles y siniestras checas con sus torturas más ignominiosas y terribles; la persecución religiosa más tremenda de la Historia con incendios de todas la Iglesias y fusilamientos hasta del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús; la mentira y la calumnia utilizadas constantemente como armas para falsificar y tergiversar; el robo, aniquilación y saqueo del Patrimonio Nacional y de los bancos y domicilios particulares; los que homenajean a criminales; o los que siguen, aún en nuestros días, la monstruosa consigna marxista de “contra los cuerpos la violencia, contra las almas la mentira y la calumnia”.… son los mismos verdugos que justifican las leyes para asesinar niños en el vientre de sus desgraciadas madres, para asesinar ancianos indefensos, enfermos que molestan, etc.… Son los verdugos de España, de ahora y de siempre.


María del Pilar Amparo Pérez García (Pituca)

jueves, 15 de octubre de 2009

Un día histórico


“Nuestra generación tendrá que arrepentirse no tanto de las perversidades de las malas personas,sino del estremecedor silencio de los hombres buenos”. Marthin Luther King



Hace 24 años se aprobó en España una ley que ha permitido que se hayan abortado a más de un millón de niños. Un millón de jóvenes, adolescentes y niños que hoy estarían entre nosotros.

Por aquel entonces yo tenía 17 años, y ni siquiera tengo constancia de haber vivido aquel momento. He vivido todos estos años metida en mis cosas, de espaldas a todos esos niños que iban siendo eliminados y a todas esas mujeres que han tenido que pasar por el inmenso drama y sufrimiento de acabar con la vida de sus propios hijos. Confieso que hasta en su día me resistí a ser la portavoz de Derecho a Vivir, algo de lo que ahora estoy enormemente orgullosa.

Durante este año he comprendido que no podemos seguir callados ante el horror delsiglo XX: el aborto. Un día, no sé si dentro de 5, 10, 15 o 20 años, nuestro hijos y nuestros nietos verán el aborto como hoy se ve la esclavitud, el apartheid o la pena de muerte. Y nos preguntarán cómo fue posible que aquello ocurriera sin que nadie hiciera nada.

No podemos permanecer otros 30 años impasibles ante la muerte y el dolor de millones de seres inocentes, ni ante la tragedia de millones de mujeres que no encuentran otra salida a su situación que la de dejar que le quiten la vida al hijo que lleva dentro.

Nos ha tocado vivir en este momento de la Historia, y tenemos que dar un paso al frente para defender el derecho anterior a todos los derechos: el derecho a la vida.

Un día, cuando todo esto acabe, podremos decir que nosotros estuvimos ahí, luchando por los más débiles, y el triunfo de la Vida será también nuestro triunfo.

Por eso el día 17 de Octubre tenemos que estar todos en Madrid. Para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de afrontar la lucha por la vida del más débil, para decirle a esas mujeres que sufren la angustia de un embarazo que no esperaban que estamos junto a ellas y junto a sus hijos, y para decirle a nuestros políticos, gobernantes o no, que el verdadero progreso consiste en defender siempre la vida del más débil.

Os pido que el 17 de octubre salgamos a defender el Derecho a Vivir.

Nadie lo hará por ellos, nadie lo hará por nosotros.
Infórmate aquí




miércoles, 14 de octubre de 2009

Las tiendas desaparecidas


Cada vez que doy un paseo veo más tiendas cerradas. Algunas, las de toda la vida, habían sobrevivido a guerras y conmociones diversas. Eran parte del paisaje. De pronto, el escaparate vacío, el rótulo desapercido de la fachada, me dejan aturdido, como ocurre con las muerte súbitas o las desgracias inesperadas. Es una sensación de pérdida irreparable, aunque sólo haya echado vistazos al escaparate, sin entrar nunca. Otras de esas tiendas son negocios recientes: comercios abiertos hace un par de años, e incluso pocos meses; primero, los trabajos que precedían a la apertura, y después la inauguración, todo flamante, dueños y dependientes a la expectativa, esperanzados. Ahora paso por delante y advierto que los cristales están cubiertos y la puerta cerrada. Y me estremezco contagiado de la desilusión, la derrota que trasmite ese triste cristal pegado al cristal con las palabras se alquila o se traspasa

En lo que va de año, la relación es como de una lista de bajas depués de un combate sangriento. Entre las que conozco hay una parafarmacia, dos tiendas de complementos, una de música clásica, una estupenda tienda de vinos, una ferretería, una tienda de historietas, tres de regalos, dos de muebles, cuatro anticuarios, una librería, dos buenas panaderías, una galería de arte, una sombrerería, una mercería e innumerables tiendas de ropa. También -ésa fue un golpe duro, por lo simbólico- una juguetería grande y bien surtida. Me gustaba entrar en ella, recobrando la vieja sensación que, quienes fuimos niños cuando no había televisión, ni videoconsola, ni nos habíamos vuelto todos -críos incluidos- completamente cibergilipollas, conservamos del tiempo en que una juguetería con sus muñecas, trenes, soldados, escopetas, cocinitas, caballos de cartón, disfraces de torero y juegos reunidos Geyper, era el lugar más fascinante del mundo.

Ahora hablamos de crisis cada día. Hasta los putos políticos y las putas políticas -que no es lo mismo que políticas putas, ahórrenme las putas cartas lo hacen con la misma impavidez con que antes afirmaban lo contrario. En todo caso, una cosa es manejar estadísticas; y otra, pisar la calle y haber conocido esas tiendas una por una, recordando los rostros de propietarios y dependientes, su desasosiego en los últimos tiempos, la esperanza, menor cada día, de que alguien se parase ante el escaparate, se animara y entrase a comprar, sabiendo que de ese acto dependían el bienestar, el futuro, la familia. Haber presenciado tanta angustia diaria, la ausencia de clientes, el miedo a que tál o cúal crédito no llegara, o a no tener con qué pagarlo. El saberse condenados y sin esperanza mientras, en las tiendas desiertas que con tanta ilusión abrieron, languidecían su trabajo y sus ahorros. Morían tantos sueños.

Eso es lo peor, a mi juicio. Lo imperdonable. Todas esas ilusiones deshechas, trituradas por políticos golfos y sindicalistas sobornados que todavía hablan de clase empresarial como si todos los empresarios españoles tuvieran yate en Cerdeña y cuenta en las islas Caimán. Ignorando las ilusiones deshechas de tanta gente con ideas y fuerza, que arriegó, peleó para salir adelante, y se vio arrastrada sin remedio por la tragedia económica de los últimos tiempos y también por la irresponsabilidad criminal de quienes tuvieron la obligación de prevenirlo y no quisieron, y ahora tienen el deber de solucionarlo, pero ni pueden ni saben. De esa gentuza encantada consigo misma que no sólo carece de eficacia y voluntad, sino que sigue impasible como don Tancredo, procurando ni parpadear ante los cuernos del toro que corretea llevándose a todo cristo por delante. Un Gobierno cínico, demagogo, embustero hasta el disparate. Una oposición cutre, patética, tan corrupta y culpable de enjuagues ladrilleros que trajeron estos fangos, que resulta difícil imaginar que unas simples urnas cambien las cosas. Sentenciándonos, entre unos y otros, a ser un país sin tejido industrial ni empresarial, sin clase media, condenado al dinero negro, al subsidio laboral con trabajo paralelo encubierto y a la economía clandestina. Con mucho Berlusconi en el horizonte. Un rebaño analfabeto, sumiso, de albañiles, putas y camareros, donde los únicos que de verdad van a estar a gusto, sinvergüenzas aparte, serán los jubilados guiris, los mafiosos nacionales e importados, y los hooligans de viaje y tres noches de hotel, borrachera y vómito incluidos, por veinticinco euros. Para entonces, los responsables del desastre se habrán retirado confortablemente al cobijo de sus partidos, de sus varios sueldos oficiales, de sus pingües jubilaciones por los servicios prestados a sí mismos. A dar conferencias a Nueva York sobre cómo nos reventaron a todos, dejando el paisaje lleno de tiendas cerradas y de vidas con el rótulo se traspasa. Así que malditos sean su sangre y todos sus muertos. En otros tiempos, al menos tenías la esperanza de verlos colgados de una farola.


ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal 11 de Octubre de 2009

domingo, 11 de octubre de 2009

VIRGEN DEL PILAR, PROTÉGENOS



ORDEN GENERAL DE LA GUARDIA CIVIL DE 18 DE FEBRERO DE 1913.



Por Real Orden de 8 del actual se declara Patrona del cuerpo a Nuestra Señora la Virgen del Pilar de Zaragoza. Ese era vuestro constante anhelo, de él me hice intérprete cerca del Gobierno, y S. M., dando una prueba de su afecto y predilección por la Guardia Civil, se ha dignado acceder a este ruego.
Vuestra aspiración estaba fundada en lo que es tradición en el Ejército, y la inspiraba el arrojo de vuestras creencias. A todos los grandes hechos militares de nuestra historia va unida siempre la fe religiosa, desde los primeros años del cristianismo; y desde esa remota fecha, nuestro pueblo venera a la Virgen bajo el patrocinio que se ha puesto a la Guardia Civil. EL arraigo de las creencias y el sentimiento de la patria, que es la idea más grande y consoladora que el hombre puede tener después de la de Dios, alentó a los españoles a luchar con fe y entusiasmo durante los ocho siglos de la Reconquista, que les impulsó a alcanzar la victoria de Lepanto, lo sostuvo en Zaragoza, una de las más grandes epopeyas que registra la historia del mundo, y últimamente, cuando la gloriosa guerra de Africa, en 1860, se consideró el acto más propicio para solemnizar el triunfo de la campaña. La Guardia Civil, compuesta por los soldados más veteranos del Ejército, satisfizo siempre las esperanzas de la nación y defendió la esperanza de los gobiernos, porque sois valientes, firmes en la fatiga, disciplinados, leales hasta llegar al sacrificio y abnegados en el peligro. Tenéis todas las virtudes militares, y por eso el Cuerpo ha conquistado y mantiene el prestigio de que goza.
Se declara nuestra Patrona a la que lo es del Colegio de Guardias Jóvenes, donde se amparan y educan vuestros hijos, que postrados ante la imagen de la Virgen del Pilar rezan por vosotros, pidiendo os protejan y os libren de las asechanzas de los malhechores que perseguís. Allí, en aquella capilla, se bendijo la enseña de la caballería del Cuerpo: la bandera, que es símbolo de la patria consagrado por la religión. Este año, al solemnizar el día de la Patrona, celebraremos en la Guardia Civil la primera fiesta de compañerismo. Cuando os congreguéis para ello en cada puesto, dedicad una oración a vuestro compañeros que sacrificaron la vida en el cumplimiento del deber y al inolvidable Duque de Ahumada, organizador del Cuerpo; y antes de separaros, terminad vuestra fiesta diciendo; ¡Viva España!¡Viva el Rey!
Vuestro Director General
Agustín Aznar

sábado, 10 de octubre de 2009

DÍA DEL VETERANO

Para quienes tuvimos el honor de servir a España en la Milicia. Para quienes descubrimos el significado de palabras, tan denostadas hoy en día, como HONOR, SACRIFICIO, CAMARADERÍA..

Para tantos y tantos Españoles que dieron lo mejor de su juventud sirviendo ( bendita palabra ) en el Ejército o en la Armada o en la Guardia Civil...., para todos mis camaradas de ARMAS, enhorabuena hoy es vuestro, nuestro día.

jueves, 8 de octubre de 2009

¡¡¡VIVA LA GUARDIA CIVIL!!!



http://radiotvantizp.blogspot.com/

miércoles, 7 de octubre de 2009

Un militar español asesinado y otros cinco heridos

Cuando la pena nos alcanza
del compañero perdido,
cuando el adiós dolorido
busca en la fé su esperanza.
En tu palabra confiamos
con la certeza de que Tú
ya lo has devuelto a la vida,
ya lo has llevado a la luz.
Ya lo has devuelto a la vida,
ya lo has llevado a la luz.

martes, 6 de octubre de 2009

La general pescanova


Estoy con la ministra de Defensa. Hasta la muerte. A mí tampoco me parece bien que nuestros pesqueros en el Índico lleven a bordo soldados españoles que los defiendan de los piratas. Otros países, como Francia, sí lo hacen; pero todo el mundo sabe que los franceses son unos fascistas de toda la vida, y les gusta mucho darle al gatillo, como si estuvieran siempre en Dien Bien Fú. Unos peliculeros fantasmas, es lo que son. Nada que ver con la sobria serenidad española. Además, como muchos gabachos salen rubios, desprecian a los subsaharianos afroamericanos de color y no les importa darles matarile sin complejos; como cuando pillaron a aquellos pobres somalíes que sólo disparaban y secuestraban para ganarse la vida, los pobres, y les dieron las suyas y las del pulpo, en vez de pagar humanitariamente el rescate, como hicimos nosotros, y hasta luego Lucas. Pero España, no. Aquí las fuerzas armadas las tenemos para otras cosas. Para combatir seis horas bajo fuego de morteros en Afganistán, por ejemplo, y que luego la ministra del ramo sostenga, mirándote con firmeza castrense a los ojos, que aquello no es misión de guerra, sino actuación humanitaria de paz cuyas reglas de confrontación, según los protocolos coyunturales intrínsecos, requieren cierta esporádica contundencia. Por eso allí al enemigo no se le llama enemigo, sino elemento incontrolado. O como mucho, cuando la ministra va a hacerse alguna foto y abrir telediario, diablillos traviesos y picaruelos gamberretes. Talibancillos díscolos que con una pizca más de democracia occidental serán pronto ciudadanos de provecho, con crédito en el banco y barbacoa los domingos. Por su parte, los soldados que patrullan cada día jugándose los aparejos los llaman de otra forma. De hijoputas para arriba. Pero, cuando eso ocurre, la ministra no está allí pegando tiros y comiéndose el marrón. Comprendámosla. Está aquí, y no lo oye.


En cuanto a los pesqueros, ya digo. La ministra de Defensa –un día tengo que averiguar, por curiosidad, qué es lo que defiende, exactamente– ha dicho a los armadores que, si sus barcos quieren seguridad, pesquen en grupo, todos amontonados en el mismo sitio. De ello puede deducirse que no tiene ni remota idea de lo que es un pesquero faenando, pero eso no altera el concepto básico. Y el concepto indiscutible es que habrá, desde luego, más seguridad si los diecisiete atuneros españoles se quedan todos juntos en el mismo sitio, borda con borda, que si andan por ahí dispersos, a la buena de Dios, estropeando el dispositivo chachi que los protege. Que luego pesquen o no pesquen es lo de menos, porque por encima de esos detalles está el de la securitas, securitatis. Y si además se amarran unos a otros y ponen en el centro del paquete a la fragata Canarias, perfecto. Más seguros, imposible. A ver qué pirata se lleva por el morro un barco trincado de esa forma. Luego igual tocan a un atún por barco o vuelven todos a puerto con las bodegas vacías; pero, eso sí, protegidos de cojones. Lo que hace falta, como ven, es más voluntad constructiva, más ideas y menos demagogia.


Respecto al personal protector, tres cuartos de lo mismo. Dice la ministra, con buen juicio, que de soldados nada. Que los barcos lleven guardias de empresas privadas, si quieren. Al principio era sólo con porras, esposas y cosas así. Perfil bajo. Discreto. Pero en vista de las protestas de los armadores –otros fascistas que te rilas– el ministerio ha dicho bueeeno, vale. Transijo por esta vez. Ahora los autoriza a llevar escopetas. Fusiles de largo alcance, ha dicho alguien, como si los hubiera de corto. Es verdad que, frente a los RPG y las armas automáticas de los piratillas traviesos, eso no sirve para nada. Para ese tipo de zafarranchos hay que estar al día en el asunto del bang, bang. Como la infantería de Marina, por ejemplo, que toca esa tecla desde antes de Lepanto –otra operación contra piratas, por cierto–, y cuyo propio nombre lo indica. Pero oigan. Es lo que hay. Si los seguratas no dan la talla, que los pesqueros se gasten la pasta contratando a mercenarios con experiencia bélica, como Bush en Iraq, y allá se las compongan. Y si no, que abanderen los barcos en Francia. También la ministra tiene derecho a dormir tranquila, conciliando el sueño; y sólo imaginar que un soldado español se cargue a un negro anémico, aunque el tostado lleve un bazooka al hombro, se lo quita. Se le abren sus carnes morenas. A ver qué iban a decir los periódicos y algunas oenegés al día siguiente, al enterarse de que el soldado Atahualpa Fernández, natural de Lima, y la cabo Vanesa Pérez, de San Fernando, infantes de marina de la Armada española destacados en el atunero Josu Ternera, le habían metido un par de cargadores de HK calibre 5,56 entre pecho y espalda a un somalí flaco y desnutrido que, para poder comer caliente y sin otra opción en la vida perra, no tenía más remedio que tirar cebollazos de lanzagranadas contra el puente del pesquero. La criatura.







ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal 4 de Octubre de 2009

jueves, 1 de octubre de 2009

De nuevo el Valle de los Caídos



Leo que, en su sagrada misión de rescatar los odios antiguos, las Cortes debaten sobre "los republicanos del Valle de los Caídos", y Garzón y otros individuos envenenados de rencor –o de ganas de hacer negocio, porque todo va junto– lanzan ahora una campaña sobre el enterramiento "ilegal" de imaginarios republicanos bajo la cruz del valle. Durante años se negó la existencia de izquierdistas en aquel lugar, para quitarle su carácter de monumento a la reconciliación, ahora se trata de que, como dice una de esas personas, "mi madre no se explica por qué su padre está (enterrado) con su verdugo". Aparte de que este tipo de testimonios hay que mirarlos con lupa, porque la falsificación de la propia biografía se ha convertido en un deporte en la izquierda, vale la pena observar la irreconciliable mala leche concentrada en tan breve frase.

¿Verdugo? Las izquierdas se sublevaron contra la república en 1934 y comenzaron la guerra civil, mientras que el "verdugo" defendió la legalidad. Luego las izquierdas destrozaron la legalidad republicana a partir de febrero del 36 y trataron de imponer una revolución, y con todo ello provocaron la reanudación de la guerra. El "verdugo" consiguió vencerlas, algo que los rencorosos jamás le perdonarán. Y en el Valle de los Caídos el "verdugo" ordenó que se enterrasen no solo soldados y otras víctimas de su bando, sino también del bando contrario, en señal, ¡precisamente!, de reconciliación. Es cierto que el "verdugo" los enterró a todos bajo una gran cruz, símbolo de un cristianismo que las izquierdas quisieron erradicar hasta del recuerdo, destrozando incluso las cruces de los cementerios, como ahora pretenden borrar el pasado con su "memoria histórica" estilo Gran Hermano. Y que están enterrados todos bajo el común epígrafe "Por Dios y por la patria", lo que no deja de resultar una ironía, cuando las izquierdas lucharon contra la religión y también contra la patria. Pero una ironía reconciliadora, a fin de cuentas. Como señalaban Besteiro o Marañón, en definitiva ganaron los mejores, y lo manifiesta el propio monumento a los caídos de los dos bandos. Algo que jamás habrían hecho sus enemigos, a quienes recomendaba la Pasionaria utilizar los cadáveres de los nacionales como abono de los campos.

Muchas veces he recordado que, contra la pretensión de muchos cínicos de izquierda e hipócritas de la derecha (aquí se han invertido las tornas de la definición de Drieu La Rochelle) la reconciliación no se alcanzó en la transición, sino que la transición fue posible porque la reconciliación estaba alcanzada desde mucho tiempo antes: muy pocos fuimos los que nos opusimos al franquismo, y aún menos los que luchamos de verdad. Reconciliación odiada con un fervor ciego por los locos de siempre, que no se resignan a que los españoles convivamos en paz.

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Fuera de España se emplea mucho el término "nacionalista" para caracterizar a los franquistas durante la guerra civil (que tampoco se llamaban a sí mismos "franquistas"). En realidad la propaganda del Frente Popular se hizo aún más nacionalista que en el bando contrario, probablemente por motivos de ocasión, para movilizar a la gente (contra la invasión extranjera, etc.), aunque con perfecta insinceridad. Pero los de Franco se llamaron "nacionales" y evitaron el término "nacionalistas", porque consideraban que defendían a la nación pero, en la tradición derechista española, veían el nacionalismo como una doctrina anticristiana, que hacía de la nación una especie de dios nuevo. El lema básico era "Por Dios y por la patria", como aparece en los recordatorios de los caídos. En primer lugar Dios, y en segundo lugar la patria. En cambio desapareció el tercer término del lema tradicionalista: "Por Dios, por la patria y el rey", siempre por ese orden de importancia. La guerra civil no se libró por la monarquía, como tuvo ocasión Franco de recordarle a Don Juan.




Pío Moa