miércoles, 13 de agosto de 2008

Buen viaje, Alexandr



En los albores de 1975, se vio en una plaza de toros a José María Iñigo, entonces en la cumbre de su popularidad por “Estudio Abierto”, con un acompañante barbudo. Alexandr Soljenitsin.

Iñigo había recabado de las autoridades pertinentes los permisos para entrevistarle, y el premio Nobel a su vez se mostró encantado con una única condición inexcusable: ver una corrida de toros. Iñigo cumplió lo pactado para poder llevarle a TVE en medio del juego del escondite al que, de hotel en hotel, se veía obligado a seguir Alexandr para evitar que los amigos del materialismo histórico le colocasen una bala entre ceja y ceja.

La entrevista, de cerca de una hora de duración, tuvo un impacto mediático formidable. Hay unos cuantos párrafos que, de hecho, aun siguen escociendo en muchos oídos que, esperando escuchar otra cosa, se encontraron con esto.

El antiguo inquilino del gulag, preso ocho años por llamar a Stalin “el bigotudo” en una carta privada a un amigo, le dijo a Iñigo, en aquellos momentos finales del régimen del 18 de julio:

“¿Y ustedes se quejan de dictadura?. Hace sesenta años que no tenemos las libertades que ustedes disfrutan aquí en España. He viajado por España, por donde he querido. He visitado lo que me ha dado la gana y nadie me ha puesto ningún impedimento. Nosotros íbamos a las cárceles para morir en ellas y hemos sido muy pocos los que hemos tenido la suerte de salir con vida. Ustedes no conocen el significado de la palabra “dictadura”. En mi país reina la “esclavitud””.

A razón de esto, Umbral le llamó payaso, Forges se mofaría de él, y todo, recordémoslo, con Franco vivo, con lo que ello implicaba. Anecdóticamente, el mismísimo Franco, mostró su interés por el programa, por lo que, en aquellos años aun sin magnetoscópios caseros, TVE decidió repetir el programa para que éste pudiera verlo.

Aun con la dureza del párrafo antes reseñado, mi impresión es que lo que cabreó a la giliprogresía de la época fueron sus referencias al “ateismo de la juventud” y su lapidaria “sólo en Dios está la libertad”. Sus palabras exudaban un cristianismo que ya empezaba a no ser políticamente correcto.

No son estas, sin embargo, las palabras de Soljenitsin que considero mejores para recordar hoy al escribir esta especie de obituario. En esa misma ocasión, dijo: “España será tan democrática como el resto de Europa, pero ¿tendrá pasado mañana la fuerza necesaria para mantener esa democracia y defenderse del totalitarismo?. Aquél que además de la libertad quiera a España debe pensar en el pasado mañana”. Cada vez que he releído esta sentencia lapidaria que parece cumplirse inexorablemente, veo más agigantada la figura de Alexander, que, desgraciadamente, tras luchar contra la guerra, el gulag, la marginación, el cáncer y otras enfermedades graves, duerme ya el sueño de los justos con Anichkova, fusilada en 1942, con Palchinski, con Anichkov, con Svechin, con Shtrobinder, con…

De la gran obra de Soljenitsin, es obvia la recomendación de su Archipélago Gulag. Para su visita a España, resultan impagables las memorias de José María Iñigo, “Ahora hablo yo”.

Descansa en paz, Alexandr, testigo de cargo.
Escrito por mi camarada Juan

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