viernes, 14 de agosto de 2009

España: un destino


Cuando uno ha llegado muy lejos y muy alto, ya no tiene otro destino que defender sus logros. Ese es el problema de España. Si España fuera sólo un país, no habría ningún problema para aceptar el fin de España. Pero los símbolos, los mitos, son esclavos de su propia trascendencia. Por eso su muerte, su decadencia, suele ser tan dolorosa. Se puede desistir de un destino, pero no se pueden ignorar las consecuencias.
Y España es un destino. Un duro destino que no tiene retorno.
No importa nada la emancipación de América. Eso no deja de ser un problema entre europeos. América hispánica es sólo una Europa lejana. Esta afirmación que se nos quiere hacer aparecer como brutal y descabellada, no es más que una verdad de Perogrullo.
Seguramente las diferencias entre España y Argentina, o entre España y Chile, no son mayores que las diferencias entre España e Inglaterra, o entre España y Francia. Entonces ¿No es Hispanoamérica una Europa lejana? Acaso, como dijera Borges: una Europa en un feliz destierro.
¿Y eso que implica? Implica que hay que dar vuelta por completo los puntos de vista “normales”, que están dados, absolutamente todos, por un sistema capitalista que quiere el fin de España, porque España, así y todo como está, es lo único grande que queda, en términos de eje geopolítico y cultural que abarca dos continentes, lo único idiomáticamente hablando, que une a cientos de millones en el dominio de una lengua europea, lo único que podría vertebrar una concepción del mundo humanamente distinta de la anglosajona, a la medida del antiguo occidente griego, romano, cristiano, celta, íbero, visigodo, criollo. ¿Qué son estos términos, sino al fin y al cabo matices de lo mismo? ¿Por qué es tan difícil darse cuenta que formamos una continuidad?
Nos han convencido que todo lo que no sea materialismo puro es abierta estupidez. Eso es lo que piensan y sienten, la mayoría de los cientos de millones de hispánicos que hablan el idioma castellano.
El individualismo del sistema se recicla y se reitera, en las dimensiones de un separatismo a su medida. Los que se alejan del orbe creado por España, se unen en un resentimiento que aglutina, socializa el odio como fuerza política. Ese odio es su aglutinante, con esa argamasa se unen los más diversos grupos, desde las elites económicas, hasta las tribus indígenas, en contra de lo que simboliza la verdadera España. Mientras nosotros, en nuestro individualismo inferior, renegamos de todo lo que nos dio origen y profesamos el culto de la abulia y la autodenigración.
La única forma de defendernos es ampliar los espacios geográficos y espirituales. Volver a pensar como imperium, en el antiguo sentido ordenador y romano del término. Las mesnadas fueron una ínfima minoría, pero no para establecer una factoría comercial como el imperio inglés, sino para cumplir un destino, para dejar entrelazados para siempre los componentes profundos de algo, que se llame como se llame en el futuro, es la única antítesis levantisca contra la esclavitud global, en los vastos espacios que ocupa nuestro idioma.


JUAN PABLO VITALI

1 comentario:

Perla Saucedo dijo...

España esta cambiando, muy a pesar de ella, la economia y politica la obligan a ello, y es un pais que a aportado mucho a Europa, pero tambien es un compromiso de los españoles tratar de que este cambio sea positivo.

España merece salir adelante.