martes, 12 de enero de 2010

Cristianos durmientes


Antaño se enseñaba que los miembros de la Iglesia católica formaban tres grandes grupos: el militante, que «peregrina» en la Tierra trabajando por el Reino; el purgante, formado por aquellos que, tras su muerte, están purificándose para poder entrar en la Vida Eterna, y el triunfante, formado por aquellos bienaventurados que ya están en la presencia del Padre.

Pues bien, hoy podríamos añadir otra categoría más: la Iglesia de los cristianos durmientes.

Pertenecen a este grupo los que bautizan a sus hijos por la Iglesia y gustan de convocar a un montón de sacerdotes para celebrar el funeral del padre o de la madre (pues hasta esto cuantifican y toman como criterio de distinción y clase), pero pasan el resto de su vida ignorando a esa Iglesia a la que dicen pertenecer. Espiritualistas el domingo de doce a doce y media y materialistas el resto de la semana, viven con desgana todo lo que suene a religioso.

Intercambian ritos por seguridad, buscadores de precauciones, de prudencias, de virtudes adornadas de adormidera. Falsos creyentes a los que su tibieza les llevó a considerar virtuoso lo que no es sino la dimisión de sí mismos. Y así terminan por llamar mansedumbre a la debilidad de carácter, humildad a su impotencia, resignación a su cobardía. Y son los que, al final, terminan por protestar y enfadarse cuando Dios no se pliega a su voluntad: Hágase mi voluntad, así en el cielo como en mis tierras.

Se acuerdan de la Iglesia-institución sólo para criticarla. Y en esto andan bien despiertos en no dejar títere con cabeza. Son especialistas en criticar al Papa: si viaja, porque viaja; si no, porque no viaja. Si es viejo, porque es viejo. Y si es viejo y viaja, aún peor. Y critican al obispo, y al cura de la parroquia y a este y aquel movimiento. Sólo ellos, más allá del bien y del mal, parecen estar en la verdad sobre lo que la Iglesia debiera ser. Pero a la vez que critican, no mueven un dedo por hacer las cosas bien. Ni por hacerlas mal. Y a quien hace, se le asaetea, se le somete a todo tipo de críticas, enmiendas, correctivos y sermones. Ni hacen ni dejan hacer. No quieren compromisos pero no soportan el compromiso de otros. Y desde su mirador, critican, se quejan, exigen y pontifican ex cathedra.

Despiertan sólo para asistir, tediosamente, a alguna procesión, al rito de alguna boda, o para «hacerle la primera comunión» al niño (lo cual cada vez consiste más en la copiosa comida postsacramental que en el mismo sacramento, no faltando nunca quien aconseje al cura que «termine rapidito» que les esperan en el restaurante).

Asisten "religiosamente" a ver el partido de fútbol del sábado y el domingo, pero a la Eucaristía asistirán si apetece y se ponen bien las cosas. Amodorrados el sábado y el domingo y estresados durante la semana, pondrán siempre todo tipo de excusas para asistir a alguna reunión formativa. Pero siempre tendrán tiempo para un viajecito de fin de semana, para ir de rebajas o para echar alguna horita extra en la empresa. El euro es el euro.

Rechazan toda opinión que venga de la «jerarquía católica», como "imposición intolerable", pero se abrirán de par en par, acrítica y atolondradamente, a cualquier opinión ajena, dicha por cualquier persona en cualquier lugar, especialmente a aquellas que atacan a su propia Iglesia, sin hacer el mínimo esfuerzo de cotejar en las fuentes la verdad de lo que se dice. Siempre atentos al cotilleo acerca de los desmanes del cura de tal o cual pueblo, nunca tendrán ojos ni oídos para reconocer el trabajo intenso y fecundo hecho por católicos militantes.

Cristianos tibios, desencantados, tristes, porque ya no creen en nada, no conocen la alegría de la Salvación, porque ya nada quieren saber de salvación ni de "kerigmas".

Esta iglesia durmiente perdió su primer impulso, su entusiasmo, su vigor. No es ni fría ni caliente. Ya no sabe quién es ni se acuerda de lo que recibió. Es una iglesia de corazones cobardes y manos débiles. Ni milita, ni hace penitencia, ni goza.

(Resumen de un artículo para la prensa de José Manuel Domínguez Prieto. www.almudi.org)

2 comentarios:

Paulus dijo...

Si se admite un comentario crítico al artículo de don José Manuel, el vasto grupo de durmientes desprovistos de todo sentido crítico e inquietud a medio plazo no lo es por decisión propia. Les falta criterio para llegar a tanto. Su conducta obedece a la mediocridad e inmediatez de las recompensas de su tiempo, de su educación y, sobre todo, a la falta de más mensaje de una iglesia anquilosada, sorda y vieja que no tiene para ellos más que culpa, amenazas y reproches.

También estamos quienes voluntariamente formamos otro grupo sin etiquetar aún, pero creo que nos llamarían herejes, que aunque profundamente creyentes y practicantes, nos valemos de un igualmente poderoso sentido crítico para oponernos, que no ocultamos ni callamos nuestro cansancio y desencanto ante una iglesia sin mensaje, que vive de espaldas al futuro, que huele a naftalina y se vuelve tan mediocre, cortoplacista y cerril como el mundo ante el que permanentemente se ofende, adulando cuando puede a gobiernos para mantener su asignación económica y sirviendo de ariete a políticos mediocres que no dudan luego en cambiarla por un acuerdo en política agraria o social.

En lugar de agitar conciencias y difundir su mensaje, a lo que lleva algún tiempo dedicándose es a reafirmar la condición de justos y santos para un grupo cada vez más reducido a costa de la promesa de salvación y paz de los otros, cada vez más perdidos y numerosos.

Podemos pasar lo que nos quede de vida juzgando y acusando, pero soy más de tomar acción y decirles a bocajarro a los padres de la iglesia que pueden quedarse solos y santos con su santa razón inquebrantable o enmendar a tiempo y dejar que los pecadores nos acerquemos a ÉL. Aunque eso me obligue a enfrentarme a una jerarquía que honestamente, anda igual de apoltronada y entregada a la autocomplacencia que que otras que despiertan nuestra indignación y haga que de tarde en tarde me echen los perros encima.

La mayor traición que conozco es la obediencia ciega y la adulación por las que se permite y se aplaude el error de quien tiene autoridad y temple para evitarlo o enmendarlo, pero que nunca debe por temor a menoscabar su autoridad temerlo y ocultarlo bajo dogmas de autoridad o fe.

Saludos boreales,
Paulus.

Nueva Hispania dijo...

Saludos compatriota. Admiro su patriotismo y su humildad, y creo Creo sinceramente que los patriotas deberíamos organizarnos más, le invito a nuestro foro Nueva Hispania, de seguro será de su agrado:

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