miércoles, 4 de agosto de 2010

Fumando desespero


En mi defensa de mi derecho a fumar, usaré tres ejes: el histórico será el primero, luego demostraré que yo, fumador, pago más a la comunidad y que contamino menos que los conductores.


El tabaco está en nuestra historia. Un marinero de la tripulación de la Pinta, Rodrigo de Jerez, vio fumar a los indios y trajo su costumbre a su tierra, siendo encarcelado por la Inquisición, vuestros ancestros, horda de prohibicionistas, que argumentaba que sólo el diablo podía dar a un hombre la capacidad de echar humo por la boca. Le siguieron el médico Hernández de Toledo, en tiempos de Felipe II, el histérico Fray Bartolomé de las Casas, el fraile André Thevet y el embajador de parís en Lisboa Jean Nicot de Villemain, que curaba los dolores de cabeza de la reina Catalina de Médicis, con tabaco.


Ya en nuestro tiempo, el Estado recaudó casi 9.500 millones de euros en impuestos sobre el tabaco en 2009. Es decir, los fumadores estamos pagando el déficit del Estado y somos los primeros pagadores de impuestos de la nación. Tan es así que, desde 1990, el Estado ha multiplicado casi por seis sus ingresos por este concepto: el Estado nos ha sacado del bolsillo a los fumadores más de 100.000 millones de euros desde 1990. Es fácil, dado que los fumadores españoles pagamos cerca del 80% del precio de venta al público de los cigarrillos en impuestos, siendo éste el producto de venta legal que mayor fiscalidad soporta.


En segundo lugar, tú, no fumador, que tanto te quejas del humo de mis humildes cigarrillos, tienes un coche de un montón de centímetros cúbicos que echa más veneno al aire en un día de uso, que yo en un año de consumo de tabaco. Me atufas con tu tubo de escape, me ensordeces con tus motor, frenazos y claxon, me abrumas con tus piezas no reciclables, me acojonas con las guerras por el petróleo, cuyos vertidos contaminan el mar y provocan tragedias. Ciego a todo eso, miras mis cigarrillos como si fuesen la reencarnación de Satanás. ¡Hipócrita!


Es fácil, dése libertad a los establecimientos de ocio para que elijan si dejan fumar o no, y ya veremos cuántos lo prohíben, descontando tres solitarios bares macrobióticos o dos tristes y desolados restaurantes vegetarianos. Nosotros, generosos, nos ofrecemos el caro tabaco unos a otros, el tabaco despeja la mente y hace daño, claro que lo hace, a nosotros mismos más que a nadie. Hay cosas peores como la forma de comer, de beber o de comportarse con el próximo. Ea.




Gustavo Morales
http://elrotativo.org/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Saludos! Acabo de leer la entrada y coincidimos plenamente en lo que exponéis.

Por si desconocéis la existencia de la Plataforma Prohibido Prohibir, estamos recogiendo firmas (entre otras muchas acciones) para poner freno a esta prohibición total de fumar.

Os dejamos un enlace a la plataforma.

Prohibido Prohibir

Saludos cordiales