domingo, 4 de marzo de 2012

4 DE MARZO. MITIN EN VALLADOLID

Desde el mitin de la Comedia al resonante de Valladolid transcurrieron diecisiete semanas justas. Resumía José Antonio este período diciendo en FE: "En estas diecisiete semanas, los nuestros han sabido padecer la cárcel, las heridas, las persecucíones, la muerte y, lo que es peor todavía, las taimadas maniobras de los fariseos; pero en estas diecisiete semanas es infinitamente más lo que el enemigo ha padecido, y sobre todo es infinitamente  más lo que ha ganado España.

"El 4 de marzo fue un día frío, destemplado, mesetero. Concurrieron a Valladolid nacionalsindicalistas de diversas provincias, de sus pueblos y aldeas. Hubo siempre allí, bajo la capitanía de Onésimo Redondo, un núcleo combativo y ardiente de jonsistas, ejemplo y emulación para toda España. Y su acción empecinada y valiente tenía de siempre en jaque a las poderosas organizaciones socialistas y sindicalistas del campo y la ciudad. El mitin representaba la presentación al público de Falange Española de las J. O. N. S. después de la fusión. Era en realidad el primer acto "fascista" puro. Por eso, desde las primeras horas del día la capital castellana tomó el aire desolado de las ocasiones dramáticas, de cuando el odio desata la huelga general y el motín acecha tras de las esquinas.

Gran aparato de guardias de a pie y a caballo, de policías. Y en la calle una muchedumbre proletaria rencorosa, indudablemente armada y dispuesta a la violencia, que recibía con gritos hostiles a los autobuses de falangistas o simpatizantes, decididos a entrar en el teatro Calderón para escuchar a Bedoya, Palma, Ruiz de Alda, Onésimo Redondo Ledesma Ramos  y  José Antonio, que eran los oradores anunciados. Los falangistas -esto se hizo costumbre para lo sucesivo eran cacheados al llegar a la ciudad y al entrar en el teatro. No sucedía lo mismo con los miles de extremistas que invadían amenazadoramente las calles. Pero había ya tanto temor como odio en los adversarios. Así pudieron darse casos como éste: con la bandera rojinegra al frente, un puñado de camaradas de Santander atravesó en formación la ciudad, hasta el mismo Calderón, sin que fuera       agredi do .En el teatro se mostraba ya el ritual casi de nuestros actos. Profusión de banderas nacionalsindicalistas. Miles de personas jóvenes en su mayoría-, labriegos, abarrotándolo.Todavía no se llevaba la camisa azul-decretada por José Antonio en el primer Consejo Nacional de octubre siguiente-, ni formaban las escuadras de primera línea para mantener el orden. Pero los camaradas de Valladolid, distribuidos convenientemente, hubieran impedido cualquier intromisión  perturbadora.

A las once, bajo el bosque de brazos en alto y los vítores entusiastas, José Antonio y los oradores penetraron en la sala, ardiente ya de expectación y de pasión. Hablaron los que se había dicho: Ruiz de Alda, con aquella su palabra franca de militar y de navarro; Onésimo,  con su ardor y su castellano preciso e inflamado; Ledesma Ramos, con una oratoria tajante, de hombre asordado, más hecho a la meditación y al escrito que a la tribuna, y José Antonio,con un verbo de filigrana y precisión y una elegancia intelectual que siempre le preservó del vicio del latiguillo. Y la masa humana comprendió ser testigo de la aparición inteligente y esforzada de un movimiento nuevo, revolucionario y tradicional a la vez, con jefes de valía y con una mítica que los españoles todos habían de sentir y acariciar en sus corazones y en sus mentes y que habría de empujarles al sacrificio para salvar y levantar a la Patria. Había ya en el salón las filas de butacas de "bien pensantes" -flagelados más tarde por la pluma garbosa de Sánchez Mazas-, defraudados porque, según sus jefes, la Falange no era un arrebato reaccionario, pero que no podían sustraerse a la belleza emotiva, a la calidad sentimental de un mitin tan distinto a los que celebraban los partidos políticos. Y la gran muchedumbre labriega, juvenil y obrera, se mostró en un frenesí delirante, rodeando a JoséAntonio -con tan clara confianza entusiasta, que desde aquel día hasta los más escépticos comprendieron que era el Jefe indiscutible del nuevo movimiento espiritual, militar y social elegido para reconstruir a la España víctima de los embates de las tendencias parciales. Las manos callosas de los labradores castellanos-"no os llamo agrarios, había dicho certeramente Onésimo, porque esa palabra me da asco"-estrechaban la de José Antonio, y el público iniciaba el desfile hacia la calle, cuando sonaron las primeras descargas de los pistoleros marxistas. Apenas abiertas las puertas del Calderón, el concierto de tiros disparados contra los asistentes al acto comenzó por todo Valladolid. La fuerza pública pretendió cerrar de nuevo el teatro -al que pudieron entrar cuantos quisieron, según norma que Falange observó siempre para sus reuniones de propaganda-, mientras despejaba los alrededores, sin cargar, ni mucho menos, contra la muchedumbre marxista y anarquista que lo cercaba. Pero a la puerta llegaron José Antonio y los demás camaradas caracterizados.Una breve disputa con el jefe de las fuerzas de Asalto y las puertas fueron abiertas de nuevo.José Antonio al frente -unos metros detrás, sus mismas hermanas y otras camaradas-, los falangistas salieron a la calle bajo un diluvio de balazos. Tras de cada esquina y en cada bocacalle había pistolas humeantes que agotaban el cargador. Se les respondió y se les hizo huir. No obstante los cacheos, siempre hubo ingenio en los falangistas para ocultar las pocas armas de que podían usar. Y durante más de dos horas Valladolid vivió, los balcones cerrados, en la calle dos masas contendientes que por primera vez se reconocían y una fuerza pública que atacaba más bien a los agredidos que a los agresores, un anticipo de la guerra civil. Hubo varios heridos, en su mayoría rojos. Éstos se vengaron asesinando a un estudiante,Abella, que posiblemente no había estado ni en el mitin, matándolo a golpes de porra en una calle excéntrica. Por la tarde hubo revista de la primera línea vallisoletana en un campo que la J. O. N. S. tenía cerca de la Rubia.

 Y, sin novedad, José Antonio y sus camaradas regresaron satisfechos a Madrid. En este viaje, según Juan Aparicio, fue donde, por iniciativa de JoséAntonio y como señal de hermandad, se decidió hablarse todos los camaradas de tú.

Historia de la Falange Española de las J.O.N.S.
Francisco Bravo Martínez

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