lunes, 2 de abril de 2012

El alma de España

España no se puede entender sin el cristianismo, y hace 2000 años que San Pablo nos predicó a Cristo, y a Cristo Crucificado. Por lo tanto, España sin la Cruz no tiene sentido.

Y tengo para mí que la raíz profunda de la crisis que padecemos no es otra que habernos alejado de la Cruz de Cristo. Frente a una estrategia del triunfo a toda costa, que derrumba todo principio moral y hunde a los hombres en el pecado, vienen a mi memoria las palabras de San Josemaría Escrivá de Balaguer: «El cristiano es sal y luz del mundo, no porque venza o triunfe, sino porque da testimonio del amor de Dios».

A lo largo de los siglos, los españoles han seguido la Cruz de Cristo de muchas formas. Este año, por ejemplo, se cumplen los 800 años de la batalla de las Navas de Tolosa, en la que nuestros antepasados lucharon por la libertad de la Cruz frente a la sumisión islámica.
Más tarde florecieron en España los místicos del Siglo de Oro, algunos de los cuales han sido declarados doctores de la Iglesia.

Pero la gran aportación de España al santoral católico son los mártires, que por millares dieron su vida en testimonio de la fe durante la persecución comunista del siglo XX.

Todos ellos nos pueden servir de ejemplo para no entregar la vida a cambio de triunfos pasajeros y efímeros. Ni el éxito, ni el dinero, ni el placer y ni siquiera el poder tienen suficiente valor de cambio, no digo para entregarles a estos señuelos una gota de nuestra sangre, sino que, como cristianos que somos, estos falsos espejuelos no se merecen ni una gota de sudor.

Esta Semana Santa, en la que tradicionalmente los pasos procesionales del Señor y de su madre, María Santísima, llenan de fervor religioso las calles de nuestras ciudades, es una oportunidad inmejorable para revitalizar nuestro compromiso cristiano.


Javier Paredes
Catedrático y autor de «La primera Semana Santa de la Historia»

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