sábado, 3 de julio de 2010

La doble muerte de Calvo Sotelo


Cuando me pidieron un artículo sobre Calvo Sotelo, mi primera tentación fue hacer un recuerdo histórico, una semblanza del personaje. Esa tentación duró tanto dentro de mí como un traje nuevo sin usar en el guardarropa de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. Estaba claro que, siendo una necesidad, siempre habría quien desarrollara el tema mucho mejor y con un calado intelectual mucho más profundo que el que mis pobres luces pueden alumbrar.

La segunda idea, que ustedes ya barruntarán, pasaba por hacer un paralelismo. Contar, recontar la historia, adaptándola a la España de hoy. Con un guardaespaldas de nuestro nunca bien ponderado presidente del gobierno, garrulo y castizo amenazante (el gorila, no el presi, señoría, no afile sus sentencias contra este pobre plumilla), sacando de la piltra a Rosa Díez o Mariano Rajoy para llevarles a hacer un tour por las tapias del cementerio más cercano a sus suntosas y suntuarias viviendas.

Pero tampoco me convencía. Mi caletre agotado por el verano y por las vueltas que le doy a saber cómo vivo con un recorte de sueldo sin que mi banco decida condonarme graciosamente el mismo porcentaje en mi hipoteca, no está para grandes alharacas y, algo así, o se hace bien o mejor no empezar.

Así puestos, me quedé en el recurso fácil: en la pregunta a la gente que me rodea, a la calle. Compañeros de trabajo, alumnos, familiares, amigos y transeúntes diversos que se veían asaeteados por mi pregunta: ¿tú sabes quién era José Calvo Sotelo?

La verdad es que en la universidad el caldo de cultivo no era apropiado. Entre unos alumnos que, en una mayoría, parecen dispuestos a convertir el campus en eso que el maestro Arturo denominaba una sucursal de “Porqueros Sin Fronteras”, usando y abusando de chanclas, pantalones cortos y torsos desnudos en el templo de Palas Atenea ; y, por otra parte, unos compañeros que no cejan en el empeño de calcular y recalcular como quedan sus magras nóminas confiscadas en parte para que el estado pueda financiar ayudas a colectivos de homosexuales con el pie zambo y ojo -de la cara- chungo de Zimbawe o, en el mejor de los casos, para dotar presupuestariamente partidas de patas de pollo, para que damas propiciatorias de acontecimientos interplanetarios puedan peinarse, lo cierto es que el horno estaba para pocos bollos.

Así pues, armado de paciencia y un boli de plástico apunté unas cuantas respuestas. Calvo Sotelo es el fundador de los lubricantes CS, un expresidente de gobierno, un pariente de la exministra de educación, un generalote o un fascista de la segunda república.

Vamos, ni la pedrea. Ni tan siquiera aparece su hermano dramaturgo. Esta ignorancia supina, desconocimiento de una figura si bien no de primer nivel histórico, pero sí de las más preeminentes, hay que buscarla más allá de en la memoria histórica y en la degradación de nuestro sistema educativo en la reescritura de la historia que ya enunciaba Orwell: “En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas «líneas de partido»”.

Para nuestros actuales gobernantes, Calvo Sotelo no debió haber existido. Para ellos habría que borrarlo como cuando Stalin aplicaba primitivas técnicas precursoras del photoshop para eliminar a antiguos camaradas. Molesta. Lo han matado por segunda vez.

Una razón contundente para reivindicarlo y despertar su memoria.



Juan V. Oltra



http://www.minutodigital.com/

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No solo Calvo Sotelo. La mayoría de la gente también desconoce quienes fueron Jose Antonio, Ramiro Ledesma, Onésimo Redondo y Julio Ruiz, por poner unos ejemplos.

Anónimo dijo...

Yo, por ejemplo, si no fuera por estos blogs.