sábado, 19 de febrero de 2011

Programa nº 53 de La Gran Esperanza: De cada cuatro cayeron tres.


Iniciamos este programa con un particular lazo de color. Nuestros video oyentes recordarán con facilidad esas iniciativas populares o publicitarias que han llevado adelante diversos colectivos en los últimos años– con independencia de su intención – identificándolas con un lazo. Los hemos visto negros, rosas, verdes, amarillos, blancos… A medida que iban avanzando las iniciativas nos íbamos quedando sin colores representativos así que el nuestro será virtual, transparente, si se quiere.

Desde hoy, iniciaremos cada programa exigiendo libertad de expresión, de pensamiento, de difusión de ideas, de prensa, de publicación. Exigiendo la libertad Inmediata de Pedro Varela. Y lo haremos, todos los programas, hasta su total liberación.

Hoy, de hecho, se está debatiendo en la Audiencia, si no se ha hecho ya a estas horas, la suerte que correrán Juan Antonio, Oscar, Carlos y Ramón por motivos similares. Y desde la profunda distancia ideológica que nos separa en muchos casos, pero con el mayor de los respetos por la libertad y la verdad, uniremos al de Pedro sus nombres para reclamar una vez más Libertad y Verdad.

Parece que el calendario se empeña en hacer crucigramas; porque hoy, 9 de febrero, celebramos como desde hace más de 70 años, el día del estudiante caído. El día en que fue asesinado uno de ellos, uno de la centuria de los luceros: Matías Montero.

El mismo día en que las franquicias asesinas de ETA vienen a Madrid a proclamar su respeto por la democracia y la libertad mientras aún están calientes los cañones de sus pistolas, tratando de poner en el mismo plano de violencia a víctimas y verdugos.

A pocos días de la nutrida manifestación de las víctimas contra el proceso de negociación, se escenifica en Madrid uno de los capítulos del itinerario pactado, vertiendo sobre las víctimas la duda de la intolerancia en la “última oportunidad para la paz”.

Es lo mismo de siempre. Mientras José Ruiz de la Hermosa – y antes Zarzuelo de manera colateral – inauguraba la nómina de nuestros caídos y la elevaba de manera constante y permanente hasta el día del alzamiento, el enemigo de siempre, el enemigo de la verdad, de la libertad, de la razón y de la civilización occidental tildaba de pistoleros a nuestros camaradas que caían en cada lugar de España entre las balas enemigas.

Mientras los artífices de la transición y sus voceros más insignificantes intelectualmente hablando, pero más representativos de la supuesta progresía española, nos convencen de lo malvados y violentos que hemos sido los falangistas tras la muerte del anterior Jefe del Estado, eran Víctor Legorburu – también muerto un 9 de febrero – José Luis Frutos, Jesús Alcocer Jiménez o Juan Ignacio González – todos militantes de diversas organizaciones azules – los que regaban con su sangre comprometida las aceras de las calles españolas, víctimas de ETA, de GRAPO, de FRAP, de MPAIC, de Terra Lliure, de Exercito Guerrilleiro do Povo Gallego Ceibe o de marxistas no identificados que se daban a la fuga tras atropellar a nuestros militantes o de desconocidos que les disparaban a bocajarro en su portal. Algunos de esos progres del dedo acusador, líderes de plataformas contra la intolerancia, cuentan entre sus sucesos biográficos más importantes el haber pertenecido – como chivatos, eso sí – a GRAPO.

Mañana, día 10 de febrero, en este baile de calendarios, conmemoramos también la hazaña sangrienta de Krasny Bor, la gesta heroica de la División Azul, hoy sepultada por la miserable desmemoria histórica, relegada a los sótanos de los museos del que fuera nuestro Ejército y, una vez más, pisoteada por los paladines de la democracia. Sí, los que encierran libreros. Ayer recibí el anciano boletín de la División Azul de Alicante, El Blau Division. Carlos Caballero se hacía eco en él de una sorpresa manifestada por el historiador Jesús Núñez en su redacción. Hacía referencia al capítulo emitido el 31 de diciembre del pasado año en la serie de TVE “Amar en tiempos revueltos”.

En él, entre otras cosas, un personaje – de ficción, por supuesto, pero falangista y divisionario, según el guión del esperpento – se reconoce autor de “asesinar a muchos rusos, hombres, mujeres y niños prisioneros”, a todos menos “a una española comunista a la cual previamente violó repetidas veces hasta hacerle perder el conocimiento”.

El guionista es Juan Benet, el hombre que en 1976, declaró acerca de Alexander Soljenitsin, autor de Archipiélago Gulag, que “Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexander Soljenisin, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como él no puedan salir de ellos”.

Da igual el tiempo que pase, no pueden comprender que todos ellos eligieron la muerte de voluntad que cantara Eugenio: “Mueres bajo el sol, o bajo las estrellas, pero mueres en combate y tu sangre se hace fértil como una primavera. Nadie dice nada. Sólo tus camaradas alzan el brazo, escriben tu nombre en letras de oro y dicen. ¡Presente! Tienen los ojos brillantes y no lloran, porque han de honrarte con fiesta de pólvora y asalto”.

Por eso hoy unimos en un solo gesto la lucha por la libertad y la verdad, la lucha por la memoria de los nuestros – los de antes, los de ahora – y analizamos con libreros y editores valientes, con militantes de todas las edades, como Matías Montero, las dos elecciones que nos separan claramente de los Ibarras y de los Benet: La muerte de voluntad y el compromiso militante.

Del 33 al 47 van 14 años, si cuento bien,

mucho ha llovido desde entonces,

mucho ha caído, mucho está en pié,

mucho ha caído como las hojas

que sirvieron cuando fue su vez…

quizá justo sea

pero sólo se

que de cada cuatro

cayeron tres.

Eran locos, violentos,

Algo perdularios, ¿y qué?

Ni temían, ni debían

Y todo lo afrontaban en pie,

Más cuando los irreprochables

- Carrerita y mucho quinqué -

Chaqueteaban y se escondían,

ellos se fueron con él,

y a fuerza de ir a la fuente

de cada cuatro cayeron tres.

Y los prudentes y los sensatos

Cual siempre tiesos quedaron en pie,

Es lo de siempre, claro está,

Pero esta vez fue

Porque de cada cuatro

Cayeron tres

Los veo a veces, serios y amargos,

Otras riendo, con o sin mujer,

Pero en sus ojos – ojos de antaño -

Veo no tienen nada que aprender

De esos caimanes que venir las ven,

Porque palacios, templos y fábricas

-ellos lo saben, y bien-

Se alzaron sobre los huesos

De esos tres, y otros tres, y otros tres.

Martín Ynestrillas

http://www.ynestrillas.org/

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