martes, 20 de noviembre de 2007

EL LUCERO MÁS ALTO por Rafael C. Estremera




Ya sé, camarada, que la muerte es un acto de servicio. Tu mismo así nos lo enseñaste, no sólo con la palabra -aguda y elegante- sino con lo único que puede dar contenido a unas frases que, por sí mismas, no valdrían nada: el ejemplo.


Tu entregaste tu vida, -preciosa para la Patria— sin rebeldías ante el destino; pero también sin esa postura romántica -que tanto te desagradaba— de fanfarronada última: de quemar la vida como un castillo de fuegos artificiales en holocausto a la vanidad.



Como ves, utilizo tus mismas palabras. Nadie ha conseguido aun -ni lo logrará nunca- mejorar tus soberbias lecciones de metafísica.



Alguien creerá -cegado por la estupidez propia de nuestros días- que la metafísica es sólo una palabra hueca que no sirve mas que para llenar cabezas jóvenes de ideas absurdas. Igual que aquellos que te acusaban de hacer morir a tus muchachos por vender ideas platónicas a veinte céntimos.



Ellos, en su cerrilismo, nunca podrán comprender que nada que sea eterno y difícil se puede hacer a máquina; y que la metafísica es, precisamente, lo contrapuesto a la máquina. Nunca podrán comprender que metafísica es todo aquello que está mas allá de lo físico, y -por tanto— lo único que no ata, porque eleva. Nunca entenderán que "el corazón tiene sus razones que la razón no entiende. Pero también la inteligencia tiene su manera de amar, como acaso no sabe el corazón."



No. Ellos sólo entienden de lo próximo, lo material, lo que se puede contar y palpar. Es el triunfo de la cantidad, de la masa.



Ya no se habla de rosas, sol y primavera; sino de papeletas, votos y porcentajes. La sagrada unidad de España ha vuelto a jugarse a la lotería de las urnas, y los duendes de cada aldea -bajo sus hongos raquíticos- han vencido, momentáneamente, al destino universal de España.



Pero tampoco saben ellos que los hongos son producto pasajero y fugaz de un chaparrón, en tanto que los luceros llevan brillando en el cielo miles de años. Que los hongos nacen de la tierra y a ella vuelven, mientras que el firmamento con templa -inmutable a nuestra pequeñez- la locura de los duendes aldeanos.



Pero no te preocupes. España no ha muerto; sólo duerme, porque hemos abandonado la vigilancia tensa, fervorosa y segura. Ahora estamos pagando el precio de la confianza y la comodidad.



Pero ya se levantan las nuevas legiones que volverán a conquistar España para sí misma, y que no se dejarán arrebatar el triunfo, porque ahora sabemos que no se puede dar tregua al enemigo; que no se puede olvidar; que no se puede -por inhumano que parezca- perdonar.


La fortaleza, la grandeza de espíritu llevan al hombre a ser generoso. Pero hemos aprendido que con el enemigo no sirve mas dialéctica que la de los puños y las pistolas, porque nos jugamos -muy a nuestro pesar- la continuidad de España.



En los nuevos tiempos difíciles que se avecinan; que quizá ya han comenzado, volveremos a recobrar para la Patria su fe en un destino universal.



Sabemos que el enemigo es fuerte, poderoso y astuto. Pero no nos importa, porque tenemos confianza en que miles de estrellas -de luceros- nos guiarán con su luz en la noche tenebrosa que nos rodea.



Y sabemos que en el mas alto, aquél que mira desde el punto mas cercano a Dios nuestra debilidad e impotencia, estará el jefe de las escuadras celestiales. Estarás tu, camarada.


José Antonio, ¡Presente!


¡Arriba España!

3 comentarios:

Rafael C. Estremera dijo...

Gracias, camarada. Es un honor estar en tu blog.

27 puntos dijo...

El honor es mío, ¡ faltaría más !

Jesús Sanz Rioja dijo...

Hay un artículo sobre José Antonio de JJ Esparza en "El Manifiesto" que quizá no acabe de gustaros a los falangistas, pero muy lúcido.