En el año 2000, la “Asociación de Familiares y amigos de víctimas de genocidio en Paracuellos del Jarama” recibió una ducha de agua fría: su querella, presentada dos años antes, se convertía en papel mojado. Se acusaba a los demandantes de “tener mala fe” y “tomarse a la ligera normas básicas de nuestro ordenamiento jurídico” al tiempo que de “hacer mofa y escarnio de la serenidad que toda actividad jurisdiccional comporta”. Se decía que los fusilamientos “estaban prescritos al haber transcurrido más de veinte años” y que la amnistía dictada el 25 de noviembre de 1975 “veda cualquier posibilidad de reiniciar la persecución penal por los actos de nuestra Guerra Civil”, además de que “el delito de genocidio no se encontraba tipificado en España en la fecha de los hechos”.
Quizá observen una cierta contradicción entre estas líneas y la frenética actividad que desempeñó un llamado “juez estrella” al albur de la ley de Memoria Histórica, pidiendo actas de defunción de los responsables, dejando claro que esa amnistía antes citada no existió, o bien no vale para eso (ojo, señoría, no hablo de prevaricación, hablo de contradicción, no me pille la rima desafinada y acabe pudriendo mis huesos en alguna oscura celda). Contradicción mayor, si añadimos que el magistrado es el mismo.
Dándole vueltas a todo esto, colijo que jamás podré pedir responsabilidades por el asesinato de Pedro Oltra, un simple cartero que fue fusilado por pertenecer a la adoración nocturna, y no por turbas desbocadas, sino por personal a las órdenes de Santiago Carrillo Solares, a la sazón consejero de Orden Púbico, pero que mi prima si podría quizá pedir alguna compensación por los años de cárcel que, en San Miguel de los Reyes, chupó mi tío por ser un teniente que se afilió a las J.S.U. O dicho de otra manera, que viejos odios, que estaban enterrados y bien enterrados, salen de nuevo a la luz.
Y mientras esto pasa, un montón de españolitos, de esos que no tienen otra cosa mejor que hacer que ir a ver las obras y apuntarse a grupos de “Señoras” en Facebok, ¡se manifiestan en contra del tribunal supremo! por haber dado éste muestras de percatarse de que al menos algo raro pasa.
Y es que aunque fuera cierto que un juez acumule un buen historial en defensa del Estado de Derecho, estupenda frase que parte de la falsa premisa de que en España tenemos en realidad un Estado de Derecho, no puede constituir un cheque en blanco ni una garantía de infalibilidad. No la tuvo Liaño, aunque quizá alguien piense que hay Justicia de segunda y Justicia de primera. Todos debemos ser investigados si hay indicios de delito, pero poner a alguien por encima de la justicia es demostrar que se siente añoranza por regímenes totalitarios y de panteísmo estatal hoy gloriosamente fenecidos.
La explicación real de todo esto pasa por la sospecha de que el sistema judicial está tremendamente politizado. Que un juez que fue número dos por Madrid en las listas de uno de los dos partidos mayoritarios no puede jamás presumir de imparcial, mínimo que se le debe pedir a un juez. En un enfrentamiento de una bandería contra otra, siempre, siempre, pierde la tercera España, la que ve impotente como el péndulo de la historia oscila de una a otra dirección sobre sus cabezas.
Dándole vueltas a Hobbes, caemos en la cuenta de que la Democracia es fuente constante de problemas a causa de la incompetencia de los representantes del pueblo que, distribuidos en facciones, en el fondo son pequeños Nerones en potencia. Eso nos deja claro porque Camba, genio, decía que morir por la Democracia es morir por el sistema métrico decimal.
Quizá observen una cierta contradicción entre estas líneas y la frenética actividad que desempeñó un llamado “juez estrella” al albur de la ley de Memoria Histórica, pidiendo actas de defunción de los responsables, dejando claro que esa amnistía antes citada no existió, o bien no vale para eso (ojo, señoría, no hablo de prevaricación, hablo de contradicción, no me pille la rima desafinada y acabe pudriendo mis huesos en alguna oscura celda). Contradicción mayor, si añadimos que el magistrado es el mismo.
Dándole vueltas a todo esto, colijo que jamás podré pedir responsabilidades por el asesinato de Pedro Oltra, un simple cartero que fue fusilado por pertenecer a la adoración nocturna, y no por turbas desbocadas, sino por personal a las órdenes de Santiago Carrillo Solares, a la sazón consejero de Orden Púbico, pero que mi prima si podría quizá pedir alguna compensación por los años de cárcel que, en San Miguel de los Reyes, chupó mi tío por ser un teniente que se afilió a las J.S.U. O dicho de otra manera, que viejos odios, que estaban enterrados y bien enterrados, salen de nuevo a la luz.
Y mientras esto pasa, un montón de españolitos, de esos que no tienen otra cosa mejor que hacer que ir a ver las obras y apuntarse a grupos de “Señoras” en Facebok, ¡se manifiestan en contra del tribunal supremo! por haber dado éste muestras de percatarse de que al menos algo raro pasa.
Y es que aunque fuera cierto que un juez acumule un buen historial en defensa del Estado de Derecho, estupenda frase que parte de la falsa premisa de que en España tenemos en realidad un Estado de Derecho, no puede constituir un cheque en blanco ni una garantía de infalibilidad. No la tuvo Liaño, aunque quizá alguien piense que hay Justicia de segunda y Justicia de primera. Todos debemos ser investigados si hay indicios de delito, pero poner a alguien por encima de la justicia es demostrar que se siente añoranza por regímenes totalitarios y de panteísmo estatal hoy gloriosamente fenecidos.
La explicación real de todo esto pasa por la sospecha de que el sistema judicial está tremendamente politizado. Que un juez que fue número dos por Madrid en las listas de uno de los dos partidos mayoritarios no puede jamás presumir de imparcial, mínimo que se le debe pedir a un juez. En un enfrentamiento de una bandería contra otra, siempre, siempre, pierde la tercera España, la que ve impotente como el péndulo de la historia oscila de una a otra dirección sobre sus cabezas.
Dándole vueltas a Hobbes, caemos en la cuenta de que la Democracia es fuente constante de problemas a causa de la incompetencia de los representantes del pueblo que, distribuidos en facciones, en el fondo son pequeños Nerones en potencia. Eso nos deja claro porque Camba, genio, decía que morir por la Democracia es morir por el sistema métrico decimal.
Juan V. Oltra
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