martes, 9 de octubre de 2012

CARTA A UN ACTOR

Estimados señores D. Javier Ángel Encinas Bardem y D. Carlos Encinas Bardem:

Les escribo esta nota porque creo que les debo una explicación. Soy un ciudadano español cualquiera que está indignado con el sistema que gobierna nuestra sociedad y dirige nuestras vidas desde hace ya demasiados años. Todas las mañanas al echar un vistazo a los periódicos sufro con las noticias que hablan de gente en nuestro país que empieza a pasar hambre, de los recortes llevados a cabo por nuestro gobierno, de regiones enteras que claman por la independencia o de impuestos que cada día son más elevados. Entiendo que no es justo que una casta corrupta y endogámica de políticos y banqueros parasite a los ciudadanos españoles como yo, ahogándonos cada vez más y enriqueciéndose ellos día a día a costa de los más débiles. Este hartazgo que experimento no es sino una gota de agua en el mar de indignación generalizada que viven mis conciudadanos.

Hace unas semanas, D. Javier emitió unas declaraciones en las que se posicionaba a favor del movimiento marxista en Andalucía que durante el verano protagonizó diversos asaltos a supermercados y ocupaciones de todo tipo de propiedades con la finalidad de aplicar la justicia distributiva por su cuenta. El movimiento estaba encabezado por un alcalde y diputado autonómico quien, en la jura de su cargo, prometió subvertir el sistema y el orden vigentes.

Al declararse a favor de estas actuaciones del Sindicato Andaluz de Trabajadores, ustedes están aceptando una serie de premisas. Premisas tales como que no debe ser admisible la propiedad privada de los medios de producción, y que en toda empresa existe un conflicto implícito entre trabajadores y patrón. Según los que son como ustedes, señores Bardem (y como su señora madre, Dª Pilar) y según la ideología que dicen ustedes profesar, los trabajadores y los dueños de los establecimientos comerciales o industriales tienen intereses contrapuestos e irreconciliables. En este enfrentamiento entre colectivos con intereses distintos, lo justo es que la clase explotada o parasitada se imponga al explotador-parásito, llegando mediante la confrontación a un estado de igualdad de clases en el que nadie sea ni posea más que otro. Según las premisas de las que ustedes parten, en todo proceso productivo actual la creación de valor o “plusvalía” pasa a ser propiedad del capitalista, mientras que los trabajadores reciben únicamente una remuneración equivalente a su esfuerzo, lo que lleva a la alienación.

Usted dijo lo que dijo, señor Bardem, y se ha declarado “comunista”, al igual que la mayoría de integrantes de la caterva de actores y artistas de este país. Tras estas aseveraciones, entiendo que debe ser usted coherente y consecuente con sus declaraciones. Porque uno es dueño de sus silencios, y esclavo de sus palabras, D. Javier, de eso le puedo asegurar que entiendo bastante, porque yo he sido, soy y seré siempre esclavo de las mías.

Por todo esto, hoy he entrado en su restaurante y he pedido bebida y dos platos. He introducido la comida que me ha sido servida en el interior de unos tupperwares y he salido por la puerta del restaurante sin abonar el importe en el que usted, dueño capitalista, había fijado el valor de la producción (la cual ha sido llevada a cabo por sus asalariados, con el sudor de su frente). Esta comida va a ser entregada mañana a una parroquia del barrio de Argüelles para que sea destinada a los pobres y necesitados, quienes sin duda agradecerán este acto de caridad. Eso sí, abono el precio de la bebida, que sí he consumido, y dejo una propina del 20% del precio de la cerveza para que sea repartida entre el camarero que me ha atendido y los cocineros que han participado inconscientemente en este acto de caridad. A ellos les pido disculpas por no haberles avisado de la obra benéfica con mayor antelación.

Desde una óptica jurídico-penal (del sistema legal al servicio del orden que ustedes tanto denostan, y que al que sin embargo posiblemente acudirán para que yo me lleve mi merecido) esto que he hecho no puede considerarse robo, hurto ni estafa, dado que falta el elemento del ánimo de lucro. No he perpetrado tampoco coacciones ni amenazas de ningún tipo contra los empleados del local (antes al contrario, les dejo propina y les pido disculpas por las molestias). Ustedes, D. Javier y D. Carlos, pueden recurrir a las opciones que les ofrece el ordenamiento jurídico, y echar mano de la calificación como falta de daños (el valor de la comida no excede de 400 euros como para que pueda considerarse delito). Solo que en mi conducta no existe intención delictiva, sino más bien un estado de necesidad justificante: la comida sustraída va a ser destinada a alimentar a personas que están pasando hambre en la misma puerta de la parroquia, de lo cual me encargaré de dejar constancia mediante pruebas gráficas. En cualquier caso, parece que los tribunales han sentado precedente en el caso de sus amigos Sánchez Gordillo y sus hombres del SAT, puesto que no se han iniciado procesamientos contra los mismos por faltas de daños a los supermercados. Les sugiero que traten de accionar contra mi patrimonio por la vía civil, ante los Juzgados de Primera Instancia de Madrid, y que tengan paciencia. O, mucho mejor, que no hagan nada, y simplemente reflexionen sobre todo esto.

Exactamente igual que su amigo Sánchez Gordillo actúa con el único objetivo de llamar la atención, y por motivos políticos, mi motivación para hacer esto que estoy haciendo no es otra que llamar la atención como español indignado pero no perroflautizado ni bolchevizado (una nueva corriente alternativa de indignación). Al igual que quienes siguen a Sánchez Gordillo en Andalucía, yo también estoy indignado por la primacía del sistema financiero sobre los ciudadanos a la hora de tomar decisiones en política económica. Al igual que ellos, creo que no se debería volver a permitir la creación de una burbuja inmobiliaria fruto de la especulación de unos pocos empresarios. Y así, compartimos varios motivos de indignación. La diferencia es que yo, al igual que varios españoles que también conocen la historia de España y la de Europa, sus mentiras y sus dogmas de fe, jamás estaré a favor de este tipo de personajes que proponen una revolución marxista, la destrucción del Estado, de la propiedad privada y de las instituciones básicas del orden y la convivencia. Jamás apoyaré al alcalde de un pueblo que se dedica a introducir inmigrantes ilegales en Andalucía y “arreglarles los papeles”, para que aumente el número de bocas a alimentar en la región en unos tiempos en los que ya es de por sí difícil dar de comer a los nacionales. No apoyaré jamás a individuos para los cuales no existe el concepto de Estado y cuyo fin es convertir Europa en la meca de todas las culturas de la Tierra, renegando de nuestras raíces más básicas. No apoyaré a quienes posan con pancartas de “Euskal presoak, euskal herrira” y defienden la presencia de Bildu en las instituciones.

Claro que a usted, D. Javier Bardem, todo esto le da igual. Es más, se siente a gusto con lo que acabo de contar. Es posible que ni siquiera sea consciente de ello, pero usted, al igual que su mujer, la Pasionaria de Alcobendas, es un producto del sistema neoliberal que manda en la política y en la economía, combinado con el marxismo cultural que se ha apoderado de la sociedad a lo largo de las últimas décadas. Usted se declara comunista porque como individuo le conviene una homogeneización de las masas, adoctrinadas de manera uniforme. Le entusiasma la idea de una sociedad multicultural, generadora únicamente de más pobreza y desarraigo. Los que son muy muy ricos como ustedes sólo desean ver aumentada su riqueza mediante el expolio de las masas, y una revolución comunista es el caldo de cultivo perfecto para ello. Del mismo modo, toda su casta de artistas se ha posicionado siempre del lado de la izquierda sociológica para consolidar su propio lobby de poder exclusivo y excluyente dentro del sistema, mientras nos bombardean con películas y basura que repiten sus consignas. Consignas que tratan de reinventar la historia de nuestro país de la manera que a ustedes les hubiera gustado que fuera.

Mientas usted se declara comunista desde las lejanas tierras de ultramar, su nación muere de hambre. Mientras su hijo nace en California como ciudadano americano, los niños que nacen en España son realmente hijos de otras culturas extrañas que nada deben a nuestro país. Mientras usted disfruta de sus millones en el extranjero, sin tributar aquí, la gente no puede llegar a fin de mes y tiene que buscar comida en la basura. Los pequeños comercios cierran por las continuas pérdidas, mientras Javier junior nace en una clínica privada americana. Pero bueno, es comprensible. Al fin y al cabo, la Seguridad Social es un invento del nefasto pasado, ¿verdad? A fin de cuentas, el malvado Régimen anterior murió en una cama de un hospital de la Seguridad Social. Un hospital público español siempre tendrá ese olorcillo rancio que usted, en su glamour comunista de la hoz y el Martini, no puede permitirse. Hay que cuidar la imagen. El buen pijoprogre no sólo debe decir que es comunista y republicano, sino parecerlo.

Fdo: un español indignado de verdad.

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