Soy un barcelonés de 30 años que, como mi generación, creció con el Club Super 
3, el Tomàtic, la Bola de Drac, la Arare, Sopa de Cabra, Els Pets, Els 
Caçafantasmes,“Regreso al Futuro”. Veíamos la predicción del tiempo en la TV 3, 
con los dibujos de soles y nubes sobre un mapa de los Países Catalanes. 
En la escuela nos 
explicaban la historia de las cuatro barras, pintadas por el emperador franco 
con la sangre de Wilfredo el Velloso sobre un escudo o tela de color 
amarillo-dorado: así nació nuestra bandera (la Senyera). 
Los domingos por la 
mañana bailábamos sardanas en la plaza de la iglesia, y daba gozo ver en un 
mismo círculo a los abuelos y los nietos, cogidos de la mano. En Navidad 
hacíamos cagar al “Tió”, y poníamos un “Caganet” con barretina en el Nacimiento. 
Así, disfrutábamos de 
una auténtica Navidad catalana como Dios manda. 
En la primavera 
cogíamos las Xirucas (Chirucas, marca de calzado), y nos íbamos a nuestros 
Pirineos a disfrutar de nuestras montañas y sierras, en nuestra tierra. 
Celebrábamos la “Diada”, con ánimo de no olvidarnos de la derrota de nuestro 
pueblo contra Felipe V y los españoles. 
Somos un pueblo 
trabajador, con carácter, distinto del resto. Tenemos La Caixa, el RACC, los 
Mozos de Escuadra y los Ferrocarriles Catalanes. ¿Qué más queremos? Pues 
queremos, queremos, queremos. 
Pero la verdad no 
se puede ocultar siempre. Te vas de Erasmus a Londres, y descubres que existe 
vida fuera de nuestro pequeño planeta catalán. Que también hay trabajadores con 
carácter en otros territorios Que La Caixa no es tan importante, si se compara 
con el Comercial Bank of China. Que solamente una ciudad como Shanghái tiene 20 
millones de personas (tres veces toda Cataluña). 
Descubres la 
verdad: que lo de las cuatro barras de Wifredo el Velloso sólo era una leyenda, 
un mito, sin fundamento histórico. Ni Wifredo fue contemporáneo del emperador, 
ni se usaba la heráldica en ese siglo. Además, hasta la unión con Aragón, el 
emblema de los condes de Barcelona fue la cruz de San Jorge (una cruz de gules 
sobre campo de plata). 
Descubres que la 
sardana la inventaron en el año 1817. Fue un tal Pep Ventura, que tampoco se 
llamaba Pep sino José, nacido en Alcalá la Real, provincia de Jaén, e hijo de un 
comandante del Ejército español. 
Se la inventaron, 
porque no podía ser que la jota de Lérida o del Campo de Tarragona fuese el 
baile nacional. Y tampoco podía serlo el baile denominado “El Españolito”. Por 
eso se inventaron la sardana a comienzos del siglo XIX: para crear una identidad 
nacional inexistente hasta entonces. La sardana, otro mito. 
Descubres que en 
1714 no hubo ninguna guerra catalana-española, que Cataluña no participó en 
ninguna derrota bélica. Fue una guerra entre dos candidatos a la Corona de 
España, vacante desde la muerte de Carlos II sin descendencia: entre un 
candidato de la dinastía de los Borbones (de Francia) y otro de la de Austria 
(de tierras germánicas). En todos los territorios de la Corona de España hubo 
austracistas y borbónicos: por ejemplo, Madrid, Alcalá y Toledo lucharon en el 
mismo bando que Barcelona. No fue, como intentan venderlo, una guerra de 
secesión, sino de sucesión: ningún bando aspiró nunca a romper la unidad 
dinástica entre Castilla y Aragón, ni la separación de Cataluña. La Diada, otro 
mito. 
Descubres que el 
“Caganet” del belén es una “tradición” que no se generaliza hasta el siglo XIX, 
como la sardana. Y que el “Tió” es otra milonga identitaria y absurda. La 
Navidad catalana, otro mito. 
Te das cuenta que 
[los nacionalistas] nos han tomado el pelo. No nos han educado, sino 
adoctrinado. Que nos han alimentado, sin darnos cuenta, de una “ideología total” 
que se encuentra por encima de todo y de todos. Lo abarca todo: permite pisar el 
derecho de las personas, modelar la Historia a su gusto, y determinar qué está 
bien o mal. 
Te das cuenta que 
[los nacionalistas] nos han adoctrinado a través de mitos, leyendas, mentiras. 
Que han construido o falseado una realidad, con tal de fundamentar su ideología. 
Intentaré poco a poco ir comentando esos mitos. Pido ayuda y la colaboración de 
todos, para tratar de encontrar otras mentiras. Así, [los catalanes] podremos 
liberarnos de esos mitos, y ser libres de verdad.
Está claro que eso 
de viajar, es para algunos, una estupenda vacuna contra la estupidez y el 
aldeanismo. 

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