miércoles, 17 de septiembre de 2008

POR FAVOR... CONTESTE EN CATALÁN





Ellos no paran y, consiguientemente, nosotros tampoco. A cada nueva chorrada nacionalista debe articularse una respuesta clara de los que, en la España de 2.008, seguimos creyendo en España como proyecto común válido y permanente. Por eso, y podéis creerme que lo siento muchísimo, una vez más tenemos que hablar de Carod Rovira y del gang de los nacionalistas catalanes. Ciertamente lo siento... aunque hubiera podido ser peor. Consolaos pensando que, al menos, hoy no toca hablar de Ibarreche. Algo es algo. Además, y desde mi visión de modesto columnista, tengo que agradecer a Carod su carácter de comodín cuando no se me ocurre nada para llenar estos folios semanales que os escribo. Siempre está ahí cuando se le necesita...



La verdad es que agotan. Mes tras mes, los políticos nacionalistas nos agreden con sus persistentes iniciativas de disolución nacional. Pesados y cursis, se han apuntado a la empresa de cargarse España al ritmo de la xenofobia y del racismo. Porque sólo bajo estos dos conceptos puede definirse la nueva campañita del siniestro Departamento de Política Lingüística de la Generalitat, directamente dependiente de la Vicepresidencia del Gobierno Catalán. No me digáis que esta denominación no tiene alguna reminiscencia semántica con aquellas oficinas que, dotadas de nombres kilométricos, jalonaban la Alemania de los años treinta. Oficinas que, también directamente dependientes de tal o cual Departamento, tenían como misión principal verificar la prevalencia intelectual o social de la etnia alemana sobre cualquier otra de las existentes dentro del territorio del Reich. Más o menos iguales a toda esta caterva de estas extrañas oficinas o secciones que, aparecidas con profusión -como setas de un bosque racial- en esta España Zetapera, han surgido en determinadas Comunidades Autónomas.



Esta vez, la nueva campaña de la Generalitat tiene por objetivo convencer a los catalanoparlantes de que no contesten en castellano a los que se dirijan a ellos en castellano. Así de clarito. Y por esto alguien habrá -incluso- cobrado. Si se escarba lo suficiente, encontraremos algún primo o cuñado de alguien detrás de esta memez. Lo cierto es que, además de profundamente racista, la medida es no menos descortés y, también profundamente, maleducada. Alejada de cualquier norma esencial de urbanidad y buena educación ciudadana y, por supuesto, de la otra. De aquella buena educación que se recibe en casa. Este brillantísimo uso de los fondos públicos catalanes -aquellos fondos públicos que defienden tan ardientemente estos impresentables llamando subdesarrollados a los extremeños- ha sido presentado personalmente por el bueno de Carod-Rovira. Además, y siempre según fuentes autorizadas, el Vicepresidente se siente orgulloso de ello. Hasta propone que esta contestación racialmente catalana se haga con simpatía.



Sin embargo, y con la misma simpatía que nosotros podemos aplicar a la hora de manifestar nuestra opinión sobre esta nueva chorrada, también podemos manifestar algunas dudas sobre la aplicación de esta nueva política departamental nacionalista. Por ejemplo... ¿se debe contestar en catalán en todo caso? ¿sólo a los catalanes que se dirijan a tí en castellano? ¿sólo al resto de españoles -perdona Carod por la expresión- que no sepan catalán? ¿sólo a un ciudadano que viva en Cataluña con carácter estable y permanente? ¿sólo a los ciudadanos que estén de paso? ¿a todos? ¿qué ocurre con los ciudadanos extracomunitarios? ¿y con los comunitarios? ¿se considera ciudadano extracomunitario al andorrano? ¿a todo el mundo?



Todas estas preguntas son contestadas por el Vicepresidente Carod por medio de una regla de oro, de aplicación en caso de duda. Dice este cerebro privilegiado del activismo catalanista que el mejor gesto de educación que puedes tener hacia alguien de fuera es tratarlo como alguien que quiere ser de dentro. Más clarito imposible. Un comercial de telas de -pongo por caso- Ciudad Real que pase por Tarrasa será tratado -ipso facto y en virtud de esta política de inmersión lingüística- no sólo como alguien que quiere ser catalán sino, irremisiblemente, como alguien que es catalán. Qué suerte tiene nuestro amigo de Ciudad Real. Por un instante, y en aras de la cortesía practicada por el Tripartito, podrá formar parte del sueño nacional de estos modernos visionarios. Será catalán. A la fuerza y aunque se quede sin saber dónde está la calle por la que pregunta o a qué hora se sirve el desayuno en el hotel. Menos mal que, todavía, nos quedará el inglés para poder orientarnos, aunque sea someramente, en esta gran Nación Catalana Transpirenaica.



De todas formas, Carod recomienda contestar con simpatía, con habilidad y mano izquierda. Con la misma simpatía, habilidad y mano izquierda que nosotros -los falangistas- le mandamos a tomar las aguas. Las aguas termales catalanas... por supuesto. El asunto, sin dejar de ser divertido por ridículo, ofrece una definición nítida de lo que esta gente esta propugnando: un microestado fascista basado en la exclusión del extranjero y en la negación de la pluralidad lingüística que, desde que el mundo es mundo, ha caracterizado a la Nación Española. A la calle española. Uniformizar el idioma desde arriba. Al paso de la oca. Y es que ver a Carod hablándonos de simpatía y mano izquierda no deja de ser un sarcasmo tenebroso. Algo así como ver al Gobierno Vasco hablándonos -por ejemplo- de los derechos de las víctimas de la violencia.



Publicado en el Núm. 144 (ÉPOCA II) de "La Gaceta Escurialense".

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