Mientras el común de los internautas no se huele lo que le viene encima, la SGAE está “en la ultima fase de firmar un acuerdo con Redtel, bastante parecido al modelo francés“. O en otras palabras, de dar patente de corso a los operadores de Internet en España para que vigilen a los usuarios de redes P2P e incluso les corten la conexión si reinciden, con la “participación del Ministerio de Cultura y el de Industria”.
Esto, queridos lectores, significa que los operadores nacionales de telecomunicaciones con red propia, ONO, Orange, Telefónica y Vodafone recogerán datos de nuestras conexiones convirtiéndose en una suerte de Gran Hermano que aun se queda corto, sembrando la duda sobre si alguien empleará ese filtro para averiguar nuestras creencias religiosas, ideología política o tendencia sexual. O si somos del Betis o nos gustan los huevos fritos, que tanto me da.
Leyendo lo que la SGAE vomita en sus boletines, un extraterrestre pensaría que el usuario medio español de internet es una suerte de pirata con garfio y parche en el ojo, al que hay que encerrar bajo siete llaves. Pero no, la ley no dice eso; y como no lo dice… pues habrá que cambiarla. Se pide incluso retirar la circular de la fiscalía de 2006 que despenalizaba el P2P. En otras palabras, se pide convertir en delito lo que no lo es. Mañana ¿será delito votar lo que no le guste a la SGAE?. Porque ya puestos a poner filtros, quizá lo ideal sea uno para medir lo que pensamos y sentimos.
Este empeño en penalizar el emule y aplicaciones similares con la “supervisión de la circulación y las descargas de contenidos de la red” que se nos viene encima en el 2010 no es más que el último eslabón de la cadena de este debate falso y maniqueo que convierte en perversa cualquier descarga y que ve al usuario como un esquizoide pegado a su máquina bajo el grito de “a descargar, a descargar, que el mundo, se va a acabar”. Pero con todo esto, se olvida un pequeño y nimio detalle: la constitución española, que ampara el derecho de acceso a la cultura, a la información… y el artículo 27 de la declaración de derechos humanos.
¿Estamos ante una amenaza o una oportunidad? ¿Se abrirá un verdadero debate donde poder establecer cauces adecuados para que los derechos de los autores no choquen frontalmente con la necesidad de la sociedad de difundir y recibir cultura?. Formas para ello las habría y muchas. Pongamos como ejemplo que ud. quiere conseguir una película de Rafael Gil rodada en la década de los 50. Lo más probable es que no pueda conseguirla por los cauces oficiales: no existe en videotecas, en las secciones correspondientes de grandes almacenes, etc. La única forma de conseguirla es el emule, el ares o esperar pacientemente a que los desquiciados programadores de ese invento del maligno que es la televisión la programen en un horario indecente de madrugada o a lo largo de una mañana laboral. ¿Y si pudiera “legalizar” esa copia?. Adviertan las comillas, no digo que hoy por hoy sea ilegal, porque no lo es. Pero si el problema que hace discrepar a algunos sobre esto estriba únicamente en el pago de los derechos a los autores ¿porqué no permitir el habilitar una forma para hacerles llegar el pago de estos y aquí paz y después gloria?. Seguro que los defensores del P2P, absolutamente convencidos de la legalidad sin este pago, transigirían con el pago de los céntimos (no más) que supondría este pago, una vez desprovisto el producto de envoltorio, gastos de manipulación, distribución, etc. Técnicamente sería posible. Y claro, también sería posible saltárselo, pero además de la inutilidad de ponerle puertas al campo, esto siempre ha pasado, aun antes de internet.
Pero no, hoy por hoy no hay duda de que nada se hará en esa dirección, vamos camino a que se abran nuestras cartas para ver si plagiamos a Bequer o, mejor aun, a cobrarnos un canon directamente por el papel y la tinta.
Están buscando que los internautas nos enfademos. Que nos demos masivamente de baja de las conexiones de alta velocidad que ofrecen las compañías, que boicoteemos los productos de todos losartistas españoles que componen la SGAE.
Todo esto se mueve en un secretismo absurdo, como un nuevo tribunal de los horrores donde se condenará quizá a la horca a David Bravo. Preparen una celda a su lado en el corredor de la muerte, quizá me lleven a mi detrás.
Esta idea de vigilar a los internautas colocando los suficientes filtros, utilizando metodologías de inteligencia artificial, hace reflexionar sobre aquella frase de Skinner: “El auténtico problema, no es si las máquinas piensan, sino si lo hacen los hombres”.
Esto, queridos lectores, significa que los operadores nacionales de telecomunicaciones con red propia, ONO, Orange, Telefónica y Vodafone recogerán datos de nuestras conexiones convirtiéndose en una suerte de Gran Hermano que aun se queda corto, sembrando la duda sobre si alguien empleará ese filtro para averiguar nuestras creencias religiosas, ideología política o tendencia sexual. O si somos del Betis o nos gustan los huevos fritos, que tanto me da.
Leyendo lo que la SGAE vomita en sus boletines, un extraterrestre pensaría que el usuario medio español de internet es una suerte de pirata con garfio y parche en el ojo, al que hay que encerrar bajo siete llaves. Pero no, la ley no dice eso; y como no lo dice… pues habrá que cambiarla. Se pide incluso retirar la circular de la fiscalía de 2006 que despenalizaba el P2P. En otras palabras, se pide convertir en delito lo que no lo es. Mañana ¿será delito votar lo que no le guste a la SGAE?. Porque ya puestos a poner filtros, quizá lo ideal sea uno para medir lo que pensamos y sentimos.
Este empeño en penalizar el emule y aplicaciones similares con la “supervisión de la circulación y las descargas de contenidos de la red” que se nos viene encima en el 2010 no es más que el último eslabón de la cadena de este debate falso y maniqueo que convierte en perversa cualquier descarga y que ve al usuario como un esquizoide pegado a su máquina bajo el grito de “a descargar, a descargar, que el mundo, se va a acabar”. Pero con todo esto, se olvida un pequeño y nimio detalle: la constitución española, que ampara el derecho de acceso a la cultura, a la información… y el artículo 27 de la declaración de derechos humanos.
¿Estamos ante una amenaza o una oportunidad? ¿Se abrirá un verdadero debate donde poder establecer cauces adecuados para que los derechos de los autores no choquen frontalmente con la necesidad de la sociedad de difundir y recibir cultura?. Formas para ello las habría y muchas. Pongamos como ejemplo que ud. quiere conseguir una película de Rafael Gil rodada en la década de los 50. Lo más probable es que no pueda conseguirla por los cauces oficiales: no existe en videotecas, en las secciones correspondientes de grandes almacenes, etc. La única forma de conseguirla es el emule, el ares o esperar pacientemente a que los desquiciados programadores de ese invento del maligno que es la televisión la programen en un horario indecente de madrugada o a lo largo de una mañana laboral. ¿Y si pudiera “legalizar” esa copia?. Adviertan las comillas, no digo que hoy por hoy sea ilegal, porque no lo es. Pero si el problema que hace discrepar a algunos sobre esto estriba únicamente en el pago de los derechos a los autores ¿porqué no permitir el habilitar una forma para hacerles llegar el pago de estos y aquí paz y después gloria?. Seguro que los defensores del P2P, absolutamente convencidos de la legalidad sin este pago, transigirían con el pago de los céntimos (no más) que supondría este pago, una vez desprovisto el producto de envoltorio, gastos de manipulación, distribución, etc. Técnicamente sería posible. Y claro, también sería posible saltárselo, pero además de la inutilidad de ponerle puertas al campo, esto siempre ha pasado, aun antes de internet.
Pero no, hoy por hoy no hay duda de que nada se hará en esa dirección, vamos camino a que se abran nuestras cartas para ver si plagiamos a Bequer o, mejor aun, a cobrarnos un canon directamente por el papel y la tinta.
Están buscando que los internautas nos enfademos. Que nos demos masivamente de baja de las conexiones de alta velocidad que ofrecen las compañías, que boicoteemos los productos de todos losartistas españoles que componen la SGAE.
Todo esto se mueve en un secretismo absurdo, como un nuevo tribunal de los horrores donde se condenará quizá a la horca a David Bravo. Preparen una celda a su lado en el corredor de la muerte, quizá me lleven a mi detrás.
Esta idea de vigilar a los internautas colocando los suficientes filtros, utilizando metodologías de inteligencia artificial, hace reflexionar sobre aquella frase de Skinner: “El auténtico problema, no es si las máquinas piensan, sino si lo hacen los hombres”.
1 comentario:
despues de esto, ya podemos esperar la censura de paginas, de que nos digan las que se pueden y no se pueden visitar.
se querian que todos tuviesemos interntet en casa, ¿para que para poder controlarnos mejor?
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