viernes, 26 de marzo de 2010

Editorial de LGE al programa 37: Crisis de valores y educación temprana


Cada mañana, desde hace un par de años, nos desayunamos los periódicos y programas de radio y televisión con una misma noticia: estamos atravesando la peor crisis de la historia.
Y es cierto. Pero – con ser terrible – nosotros al menos no nos referimos a la crisis económica. Nos referimos a una mucho más salvaje, premeditada, buscada con ahínco por los enemigos de España y la Civilización Occidental; orquestada desde todos los frentes simultáneamente y creada para que perdure generación tras generación. Nosotros nos referimos a la crisis de valores.

Las generaciones actuales observan con desinterés cómo la profesión más lucrativa del mundo y la que menos problemas conlleva es la de político. Observa curioso, cómo se exige al español de a pié que apechugue con nuevos impuestos, con recortes en sus prestaciones sociales, con períodos más largos de trabajo... mientras cuenta por millones las estafas, los abusos, las corrupciones de todo signo, especialmente las ligadas al urbanismo, los requisitos para que un ministro se jubile con el 100% de su remuneración.


Mira con curiosidad cómo los presupuestos del estado se dedican incansables a abrir tumbas, a buscar cadáveres a reescribir la historia, a borrar los signos y los vestigios de cualquier pasado heroico, nacional y unitario.


Observan cómo en Andalucía e impone el árabe como segundo idioma, para garantizar la integración – dicen - mientras los docentes amenazan con la huelga por la nueva ley de educación andaluza que convierte en comisarios políticos a los directores de colegio.


Aprenden a marchas forzadas a chapurrear otros idiomas regionales, no por amor a lo propio, sino porque lo contrario cuesta multas, persecución, desempleo, falta de oportunidades...


Quedan atrapados en enormes nevadas porque los servicios meteorológicos nacionales (los de la nación y los de la nacionalidad) ofrecen datos contradictorios, fruto, naturalmente de la inquina que el estado opresor central tiene hacia las “naciones periféricas” obsequiándolas con todos los males deseables y tratando de atribuir nevadas imperiales a zonas donde lo lógico son las nevadas nacionalistas.


Ignoran dónde nacen los ríos, que regiones atraviesan, cuales son las razones porque las que gallegos, colombianos y catalanes hablamos el mismo idioma y rezamos al mismo Dios. Creen que los Almogávares son una fuerza mercenaria catalana a las órdenes de imperios vecinos, y que existió alguna vez un reino catalano-aragonés, unos paísos catalans, una Euskadi del norte y otra del sur, una rebelión catalana contra España...


Creen que la Cruz que alumbró nuestra civilización es un invento opresor de Franco, que las parejas naturales se constituyen por cualquier cosa menos por hombres y mujeres. Necesitan un “mapa de excitación del clítoris” y saben que “el placer está en sus manos” cuando acuden a los seminarios de masturbación juvenil subvencionados por la administración.


Y lo hacen, aunque saben que pueden abortar – asesinar a sus hijos - desde los 16 años sin pedir permiso a nadie y como método anticonceptivo legal.


Se lo enseñan en Educación para la Ciudadanía, que ha sustituido toda formación en valores por la formación en la muerte, la destrucción, la corrupción. Elevan a valores supremos la tolerancia y la democracia y eluden, destruyen, aplastan otros como Bien, Verdad y Justicia.


Y por supuesto nada saben del Cid, de los Reyes Católicos, del 2 de mayo - que es una cosa de la nación madrileña que a nadie interesa – de Don Pelayo, del Santuario de la Virgen de Covadonga, de Guadalete, del descubrimiento y evangelización de América.


Sencillamente porque no se lo han enseñado. Porque se lo ocultan, porque patriotismo, valor, heroísmo, compromiso, ciencia, literatura, pensamiento, trabajo son palabras que han sido borradas de sus lenguajes hedonistas donde sólo importa cada uno de nosotros. Donde el bien personal está por encima del de la comunidad. Donde la misma palabra comunidad se restringe al terruño donde uno nace o que a uno le acoge.


Pero como en Covadonga, algunos resistimos. Algunos creemos que ni está todo perdido ni se lo vamos a poner fácil. En este programa no nos resignamos a morir. No sin luchar. Lo van a ver y oír nuestros oyentes. Porque hay quienes con sencillez, con amor, con cariño, con la pasión de quienes aman lo propio por lo que significa en el mundo, han levantado barricadas y blocaos y están dispuestos a contar la verdad. Y en esta casa, estarán los altavoces para ello. Nuestros invitados de hoy tienen la palabra. Acomódense y escúchennos.
Martín Ynestrillas



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