miércoles, 11 de junio de 2008

SOBRE TRANSPORTISTAS Y SECUESTRADORES


Porque hay una diferencia objetiva y debería haberla legal.

Una cosa es que los camioneros se pongan en huelga, porque con el precio de los carburantes ni siquiera ganan lo suficiente para mantener el marcha el camión. Y otra muy distinta, es que corten las carreteras, que impongan su voluntad a los demás y que, por ejemplo, impidan a una madre llegar a tiempo de recoger sus hijos del colegio.Ellos están en su derecho de hacer huelga, y si dejaran sus camiones en casa, o en los aparcamientos de la empresa, causarían el mismo efecto de falta de mercancías, que es lo que deberían hacer notar: que sin transportistas no hay pan, ni fruta, ni huevos, ni leches; y que si continúa la escalada brutal de precios del combustible, todo eso se encarecerá en proporción. Esa es la fuerza del sector del transporte y es justo que la apliquen en la defensa de su pan, que los impuestos abusivos les quitan de la boca.

Porque el problema del precio de los combustibles es, fundamentalmente, el impositivo. Ya debería saberlo todo el mundo, pero probablemente aún habrá quien se asombre cuando se entere de que cada litro de gasolina o gasoil lleva un porcentaje de Impuesto Especial de Hidrocarburos; y que sobre el total -esto es, precio del combustible puesto en el surtidor, más el impuesto especial- se le calcula el IVA. Vamos: que nos hacen pagar impuestos sobre los impuestos, lo que riza el rizo de la desfachatez. Y como ambos impuestos son porcentajes sobre el precio, cuanto más suba este, más impuestos recogerá el Gobierno. Seguro que más de los 400 € de marras de cada uno de nosotros, por poco que usemos el vehículo particular, y no digamos si el uso es profesional.

Pero todo esto no da derecho a los transportistas a retener a nadie en contra de su voluntad. Y eso es, ni más ni menos, la actuación de los piquetes y los cortes de carreteras o la invasión a paso de tortuga de las mismas.Ayer fallecía un piquetero (piquete es el grupo, no cada individuo). Como es normal, nadie puede alegrarse del suceso; pero, a fuer de sincero, hay que preguntarse cuanto de informativo y cuanto de intimidador tenía la función del fallecido.

Hace muchos años me encontré con uno de estos cortes de carreteras. Eran los huelguistas de Santana, que tomaron por norma de protesta el corte de la carretera de Andalucía al paso por Despeñaperros. Viajaba con tres personas de cierta edad y aquellos sinvergüenzas (sí, sinvergüenzas) nos tuvieron retenidos durante dos horas. No puedo asegurar que, de haber estado en primera fila y ocurrir una necesidad de las personas que llevaba, no hubiera arrancado llevandome a quien se pusiera por delante. No disculpo, pero comprendo.

Lo que no puedo comprender, es cómo un llamado Estado de Derecho permite el secuestro de miles de ciudadanos, a los que se impide no solamente el paso por un punto, sino incluso la salida de la encerrona en que unos gamberros han convertido la carretera. Lo que no comprendo, es como el llamado Gobierno no garantiza el derecho a la libre circulación -derecho fundamental, según la Constitución- y no pone las medidas para que el huelguista haga huelga si la quiere hacer, pero no tome rehenes.

¿Quien son estos individuos para impedir que una madre recoja a sus hijos del colegio, que un padre los lleve a ver a sus abuelos; que un fontanero vaya a arreglar una fuga de agua o un electricista a llevar la luz a una familia? ¿Quien se creen que son para impedir que un comerciante transporte en su vehículo privado un saco de patatas o dos cajas de leche? ¿Qué derecho tienen a amenazar al que desea seguir trabajando, o al que no tiene más remedio ante una amenaza de despido?

Máxime, teniendo en cuenta que los cientos de miles de personas retenidas ilegalmente por una pandilla de facinerosos, no se van a beneficiar de lo que los transportistas consigan con su huelga, porque -pidan lo que pidan- lo que no exigen es una bajada de impuestos para todos los carburantes. El Estado dispone de Policía para evitar el corte de carreteras; dispone de antidisturbios si la situación lo requiere. Y dispone, si hace falta para limpiar las carreteras de estorbos a la circulación, del Ejército. Lo único de lo que no dispone es de la real gana de hacer cumplir las leyes, de manera que sobrevive en permanente acojone ante cualquiera que tome una posición de fuerza y han sido necesarios tres días -en algunas zonas, aún más- para que se atreva a algo tan sencillo como hacer cumplir la Ley.
(Publicado en La Tribuna de España)

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