Hemos dicho alguna vez que uno de los problemas de este país es que los malos han ganado la batalla del lenguaje, que es lo mismo que ganar la batalla de la opinión pública. Los malos, por supuesto, son los asesinos y los separatistas. Y la razón por la que han ganado esa batalla es porque el resto de los españoles aceptamos un trágala en la Transición que consistía en tener que aceptar que los mal llamados “nacionalistas” de Vascongadas, Cataluña y Galicia debían tener una consideración especial. Un error gravísimo, de consecuencias terribles para varias generaciones de ciudadanos.
Ni Galicia, ni Vascongadas, ni Cataluña han sido nunca otra cosa que regiones españolas. En el tercer caso, sólo una irrisoria proclamación de independencia lanzada por Companys desde el balcón de la Generalidad interrumpió durante un breve periodo de tiempo la incontestable españolidad catalana. Las otras dos, ni eso. Si ha sido así durante siglos, ¿tiene sentido hoy, en plena revolución de internet, un intento de inventarse fronteras nuevas basadas en un insignificante particularismo cultural?
Ayer, miles de personas secundaron una marcha permitida por el juez Fernando Andreu (nada beligerante con los grupos radicales de la “izquierda abertzale”?) para protestar por la ilegalización de los partidos proetarras ANV y PCTV. Una de las acusaciones que lanzaron contra el Gobierno es que “usa políticamente la violencia”. O sea, el problema no es la “violencia” ni los “violentos” (léase “terrorismo” y “terroristas”), sino el uso político que se hace de ello. Para estos malnacidos, matar españoles no es un delito.
En su demencia, en su locura colectiva, los convocantes llegaron a afirmar lo siguiente: “Se llama terrorista a quien trabaja por la democracia, mientras que se considera demócrata al torturador". Esta barbaridad, que si en España hubiera Justicia tendría que llevar a su autor a la cárcel, fue respaldada y apoyada por miles de individuos que justifican el asesinato de personas inocentes, que con su presencia en estas marchas están ofreciendo sus manos a quienes tienen las pistolas cargadas. Qué indecencia, ¡qué inmundicia!
¿A dónde pretendemos ir?, ¿cómo vamos a estar en la vanguardia de ninguna parte?, ¿cómo se nos va a tener en cuenta para cosas serias que afectan al conjunto del planeta? El virus incurable del separatismo filoterrorista vive en los cuerpos de miles de personas, a las que uno puede encontrarse en un bar, en una panadería o en el autobús. Monstruos, con apariencia humana, que no dudarían en atravesar nuestra cabeza si supieran que somos y nos sentimos españoles. Qué asco, ¿verdad?
2 comentarios:
Ningún gobierno de la partitocracia ha aprendido la lección de que mientras no se elimine de raíz la enfermedad (el separatismo)no acabarán sus sangrientos síntomas (el terrorismo). La solución no está en ilegalizar a la ETA y sus charangas, la solución pasa por ilegalizar y eliminar definitivamente el PNV, CiU y demás partidos separatistas.
Efectivamente Javier, el terrorismo no es más que otro tentáculo más del cáncer que es el nacionalismo-separatismo antiespañol.
¿ Ilegalizar los partidos ( que todos subvencionamos ) nacionalistas ? Sería una cuestión innegociable ( otra sería volver el estado a tomar las riendas de la educación ), pero....¿ quién le pone el cascabel al gato.....?
Saludos .-
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